Llegando tarde a todos lados como es mi costumbre, aquel martes o miércoles hacia la oficina no fue la excepción.
Entre el acomodo de mi laptop, el mouse, los requerimientos y mi almuerzo, llegaron a presentarnos.
-Bla, bla, bla... te presento a bla, bla, bla… él te apoyará.
Toda acalorada y sudando sólo le dije a aquel hombre alto con bozal negro y muy serio - ¡Bienvenido!
¡Espera!, dijo mi cerebro, ¿se llama cómo?
- Disculpa, ¿cómo dijiste que te llamas?
- Armando Campos
Un frío paralizó mi cuerpecito y me tomó un par de segundos, o tres o cuatro hasta reaccionar.
- ¡Es él!, en persona, es él. ¡Ja!
Tú mirándome, yo mirándote, mis amigos mirándonos...
- ¡Vero! Tendrás muchas invitaciones a comer, escuché.
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