Yo sé que soy una mujer. Me sucedió meses atrás y lo acepto como parte de mi vida. Nadie sabe nada. Vivo con mis padres. Hace un año terminé la instrucción secundaria. Mi madre prepara maletas. Es un viaje inesperado hacia una ciudad donde una tía abuela pide verla. Quieren mis padres que los acompañé, les dije que estaba en período de exámenes. Es una mentira más, la verdad es que deseo estar sola.
La casa está en un barrio tranquilo. Es una construcción antigua, con un patio lleno de frutales y al fondo una bodega con trebejos. Para acompañarme escucharé a los Beatles en mi dormitorio. Al abrir el clóset para acomodar mi ropa miré hacia el rincón donde puse la bolsa de mezclilla, la misma que llevé cuando él me abordó. Salí temprano hacia la casa de una compañera y quería darle una sorpresa. Un día antes, un desconocido me pidió informes para encontrar un domicilio, se los di. «es que no di con la dirección». Se veía urgido y acepté llevarlo. Sería repetir lo que escribí y que guardé en un archivo secreto. Ese día me hice mujer. Antes de despedirnos, en la minucia de un papel copié apresuradamente su telefono. Yo no le quise dar el de mi casa, y quedé en hablarle.
Me prometí olvidar el suceso y escondí la bolsa. Y hoy la tengo en mis manos. Han pasado meses. ¿Qué habré sido para él? Desde que pasó, me lo pregunto y me perturba. Marqué su número en una cabina telefónica y después de varias repeticiones cae el veinte y me contesta. Me pide verme. Me sentí nerviosa y en cuanto acordamos, le colgué. Dormí inquieta y me dije que sería la última vez que lo vería.
Nos veremos temprano en el sitio donde nos conocimos. Él trabaja en una ciudad cercana. Desde hace tres meses tengo un desasosiego. Eché a la basura principios, la promesa de no mentir. Por las noches pensaba y pensaba y concluía que era mejor cortar de tajo y olvidar. Horas después volvía a pensar en el hombre, en la habilidad que tuvo para que yo aceptase, o quizá él no fue tan hábil y yo fui débil, permisiva.
Sería la segunda vez que me encontrase en el mismo parque, con la misma persona. " no es una persona, le nombraste el desconocido, pero es quien te hizo mujer..." La mañana es fresca. Me vestí con una falda de mezclilla, blusa blanca y la misma bolsa de hace tres meses. Casi por llegar, un carro que conozco se detuvo. Le di un beso en la mejilla y un hola que deseaba ser indiferente. Me acarició la mano y la mantuvo con la mía. Eso me complace. Los dos en silencio y hacia la carretera que lleva al mar. «Te invito un helado de chocolate» Me sonreí, fue la frase con la que se inició la relación «Sí, pero que sea de vainilla» Los dos nos sonreímos y se aligeró mi tribulación. Volvió a apretarme la mano, sentí su calor. Así manejó con una mano hasta que llegamos a la desviación y enfilar hacia una quinta de cabañas con su propio garaje.
Desayunamos. Con el rumor del mar caminamos por la playa. Abrazados en silencio sentí sus besos en la mejilla que me decían de su cariño. Me dieron a entender que había pensando en mí. Besos que poco a poco fueron transformándose en apasionados. No lo rechacé, por el contrario, me sumé a su deseo. Hace tres meses también estuvimos en la playa, solo que en vez de caminar, corríamos. En la soledad se oye el murmullo, el grito de las gaviotas y a lo lejos el silbato de un barco. Me dijo: “han pasado tres meses desde la última vez que nos vimos. En estos días mis emociones y pensamientos han estado alrededor de ti. Ninguna duda tuve de la pasión que sentí. De la que siento, pero eso se pasa. Me llené de preguntas. ¿Te causé daño? ¿se habrán enterado tus padres? ¿bajó tu regla? Cada quince días he venido a estacionarme en el parque con el propósito de verte y hablar contigo. Cuando escuché tu llamada fue una bendición. Ahora, frente al mar dime si hay algún problema, y si lo hay lo resolvemos, y esto incluye todo y todo es todo” Me dio un acceso de risa y estuve a punto de llorar. Solo le dije “atrápame” y como la vez primera dejó que corriese un trecho y ya para alcanzarme me tiré sobre la arena, él me siguió y entre carcajadas nos abrazamos. Su beso amigo, amante, apasionado. Sentí su entrega y le di la mía. Te quiero, me dice. Yo también, le digo y volvimos a besarnos.
Es ilógico, pero ignoraba muchas cosas de él, solo sé que trabajaba en una fundación ecológica. Hoy me siento feliz a su lado.
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