Quién alguna vez en la vida no se ha sentido solo, pero solo, solo, de esa soledad de la que no se habla, ni se murmura, se esconde por pudor, se echa bajo de la alfombra y se aprende a morir, a retornar a la nada, y no se trata de irse por ahì a una introspección profunda de la que hablo, sino la incapacidad de un Ser que no es capaz de pasar una porción de su vida con gente.
Le decían de niño "el tonto", su madre lo defendía, "no, es que es tímido",¡qué no, qué no es autista!, como sea que fuese fue creciendo con la separación social evidente de un ser extraño, la gran masa se puso un antifaz y simplemente fue exiliado de los ambientes de juerga, de picnic, de algarabía; mas, en vez de producir un hallazgo desafortunado para él, fue feliz, ya no tenía que sonreírle a ningún pelafustán, a ponerse a la moda porque la moda se lo imponía, a calzar zapatos de suela, duros como palos para que el pavimento le hiciera una venia, afeitarse era su lucha, se lo dejó al viento y el jabón , eso sí, era su doncella, le gustaban los aromas, las bocas limpias, las uñas impolutas, los nardos, las abejas, la miel que bajaba en cascada hacia su boca, el pasto mojado, su estanque con patos, la soledad del bosque que habitaba, la noche que le mordía el cuello y en ello, día tras día y así los años de sordo lenguaje, enmudeció, y con ese frustrante detalle no pudo salvar su vida, quedó atrapado en una zanja inmensa de la cual no pudo escapar y menos pedir ayuda; la soledad extrema a veces no es buena consejera porque crea ecos sordos en las paredes desnudas de una casa vacía y de sentimientos infértiles.
Zanja, nardos, abejas, patos, estanque, miel, casa, pasto, jabones y la desnudez hecha huesos, hoy duerme el sueño de un recuerdo solitario y tranquilo de un hombre feliz mientras cae la lluvia.
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