A Byron Sarinho,
porque esa ventana,
solo tú la podrías abrir.
Decía un amigo que no aguantó más, se nos fue:
que el problema de la vejez es que se te mueren,
amigos, ilusiones, cuerpo e incluso el mensajero,
las frases apaciguadoras y las emancipadoras,
los sueños acusados de libertad, de nocturnidad.
Ese pasado que no sé redime es el sólo consuelo en la respuesta falaz que no tiene cabal pregunta,
voluble resolución antes que pragmática sanción,
optimismo engañador que retroactivo nos auxilia,
en la obligada letanía de un recuerdo insolvente.
De las tres vías místicas yo ya vi las dos primeras
la tercera me puede esperar, cegado como estoy
en esa luz, en la viva noche que siempre me guía
rebeldía proyectada para engañar mis algoritmos,
mi desorden ordenado, recalificado, subordinado.
Y esa ventana, sea de salida o de oblicua puerta,
yo ni la voy a cerrar, ni la abriré y sea lo que sea,
sea el destino predestinado que nunca pregunta,
sea de una carrera de la que nunca quise ser ganador,
desvirtuada meta para el ignorante ateo que aquí subscribe.
JIJCL, 4 de junio de 2023 |