Un secreto
-¿Quiere contarme el motivo de su consulta, Luisa?
-Tengo ataques de pánico. Ocurren cuando me pongo nerviosa.
-¿Puede explicar cuáles son sus síntomas?
-Es como si no pudiera respirar, me mareo, el corazón comienza a latir muy rápido.
-Comprendo, Luisa. ¿Cuándo comenzaron estos problemas?
-En la adolescencia. La primera vez ocurrió en casa de una amiga, sus padres tuvieron que llamar a los míos. Me desvanecí, fue horrible.
-Cuando se presentan los síntomas ¿El pensamiento es: "me muero" o “temo perder el control" o "estoy enloqueciendo" ?
-El miedo es: “me voy a desmayar”
-Vamos a analizar cómo gestiona el temor. ¿Se le ocurre algo que pueda decir sobre esto?
-Lo que hago es evitar situaciones que me generen ansiedad.
-¿Y cuando no puede evitarlas?
-Busco a alguien que las enfrente por mí o que me acompañe. Una persona capaz de ayudarme en caso de que aparezca un mareo o algo peor.
-¿Qué sería algo peor?
-Sentir que me sumerjo en el pánico, notar que las piernas no pueden sostenerme, que la cabeza me da vueltas y finalmente desmayarme.
-Esa persona ¿es siempre alguien que conoce sus síntomas?
-En general sí, pero me basta con saber que estoy acompañada.
-Tener que recurrir a otro ¿Le provoca algún sentimiento?
-No estoy segura, pero creo que algunas veces me he sentido inútil.
-¿En algún momento importante de su vida alguien tomó decisiones por usted?
-Sí, muchas veces. Cuando tengo miedo, la angustia nubla mis percepciones, no sé qué hacer.
Luisa se queda callada, mira fijamente un punto en la pared. El terapeuta nota que lo reprimido la sofoca cada vez más. Sabe que es pronto para lograr resultados. Sin embargo se atreve a decir:
-Luisa, necesitamos hablar de lo ocurrido antes de su primer desmayo.
-No puedo hablar de eso.
-La entiendo, Luisa, pero es muy importante para que podamos avanzar en su recuperación.
Ella comienza a llorar. El terapeuta le alcanza un pañuelo. Observa el temblor de las manos de la paciente.
Luisa percibe el traqueteo en su pecho y se asusta. Todo comienza a dar vueltas. Esta vez va a morir, piensa.
Va a morir como murió su bebé. El bebé que nunca tuvo. El bebé que arrancaron de su cuerpo cuando tenía dieciséis años y sus padres descubrieron que estaba embarazada. Han pasado casi cuatro años, pero ella a veces aún cree sentirlo en su interior.
-¿Luisa? -dice el terapeuta - Tranquila, todo está bien. No es necesario que sigamos hoy.
Ella lo mira sin decir nada, poco a poco se va calmando. Él le alcanza un vaso de agua, luego la ayuda a ponerse de pie y, cuando su paciente le asegura que puede caminar, la acompaña hasta la puerta.
La madre de Luisa está esperando afuera. Toma la mano de su hija mientras le pregunta al profesional: -¿El martes a la misma hora, doctor? |