“Cuando el momento llegue, sabrás qué hacer”, Así fue como empecé a tomar decisiones y la nueva dirección de una vida llena de varias malas de ellas. Fue uno de esos momentos de revelación que se te presentan bañados de humo de cigarro y la tormenta de ideas que coexisten en un pequeño rincón de la mente… No sabía a ciencia cierta si mi presentimiento sería correcto, o terminaría siendo una más de las ocasiones en las que me proponía un sin fin de proyectos que terminaba arrojando al día siguiente, o al otro. Pero esa noche estuve determinado en que así sería, no tenía más letras que escribir, pues ya había puesto todas en formas de preguntas que dejé pendientes creyendo que algún día podría responder. Así que mis nuevos planes estarían guardados donde nadie los pudiera tocar, donde nadie los pudiera leer, en ese perfecto lugar en el que llevarlos a cabo o no, pasaría desapercibido por todos, incluso por mí.
¿A qué me refería, entonces, cuando decía “sabrás qué hacer”? ¿De qué momento estoy hablando, por principio? Tal vez sólo creé una situación límite hilando ideas de vivencia ajenas y me quedé atrapado entre ellas mientras dejaba correr los segundos frente a la noche. Debió haber sido algo catársico, pues sólo sé de esos momentos por historias que leía cuando niño y hablaba para mí cuestionando al héroe “¿por qué no lo matas? ¿no podías tomar la salida fácil?” nunca me escuchaban, las letras ya estaban selladas por lecturas de anteriores soñadores que idealizaban así su final feliz. ¿Me costaba tanto serlo… Feliz? Sí lo era, sí lo soy… O quizá cuando llegue el momento lo sabré.
¿Era ese el momento? Creo que ser feliz es algo que alguien sabría por añadidura. Es como un reflejo, como un pequeño golpe que te hace sentir vivo, y a veces, saber que estás bien. Si lo sabré yo, cuando niño tuve varios, unos por descuido y otros merecidos por travesuras que ahora cuestiono en otros. Qué difícil debió haber sido ser niño, tan pequeño y lleno de fantasías que los años van deteriorando. En fin… Los golpes. Sí, algúnos de ellos dejaron marcas en partes de mi cuerpo que me hacen ser único, un montón de fragmentos de un individuo que se tiene que ir recogiendo a través de los años.
También hubo algunos que me ayudaron a armarme, no voy a demeritarlos. Siempre he sabido darle el valor a las cosas; aunque a veces me hace falta valor para decir lo que valen; suena extraño, pero así es. Los golpes que te arman son clichés, de esos que dicen que te ayudan a ser mejor y que forjan tu carácter, debería haber formas más amables de dirigirte por el buen camino. Pero nadie nace sabiendo y nadie te ayuda a enseñar, trabajas con lo que tienes y creces con lo que puedes.
En fin, la noche sigue su curso y yo comenzaba a seguir el mío; nos despedimos con aire de complicidad y me senté a escribir…
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