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EL BAZAR EN MOTAVITA
1978
En una tarde calurosa, en los alrededores de la escuela de niños en el pueblo, en Socotá, estando jugando y aprendiendo a fumar cigarrillos piel roja sin filtro, con Andrés Segura, hijo del juez municipal, y después de unas atoradas, con el humo del cigarrillo, llego una amiga en busca de su esposo, amigos ambos, pero ellos, mucho más mayores en edad que nosotros, que teníamos, por ahí unos 12 años, nos preguntó, si lo habíamos visto, a lo cual le contestamos al tiempo que no, y ella dijo, seguro que se fue, para el bazar que están haciendo en la escuela de Motavita.
Un bazar, es un mercado público donde se vende, todo tipo de mercancía y productos de las más variadas especies, es decir, ésta conformado de diferentes puestos de venta desarmables, con productos tradicionales y costumbres locales, con precios accesibles a la comunidad, y con una duración que puede ser de uno o varios días.
Cristina nos convenció y nosotros la acompañamos al bazar, y nos fuimos, por la carretera que de Socotá conduce al municipio de Jericó, caminando, hablamos y hablamos, pasamos por lugares conocidos como, la playa, la duraznera, guanchique, la unión, el nido de amor, la casa de don Alberto Trujillo, y ya llegando, como a un kilómetro, antes de llegar a la escuela, en una recta, se escuchaba la música y la algarabía, y Cristina dijo, ya llegamos, nos gastamos, como 50 minutos en el trayecto.
Entramos al lugar y en las áreas deportivas, en los salones, en los corredores y en diferentes lugares, había puestos de venta, dónde vendían cerveza, aguardiente, chicha, chirrinche, carne a la llanera, gaseosa, maíz pira, y todo lo que necesitan los visitantes, para pasar un día agradable, con sus amigos y conocidos, colaborando, con el propósito del bazar que, en este caso era, para embellecer la escuela.
Cristina vio a Luis, y allí llegamos a saludarlo, estaba con su hermana, la profesora Dora Delia, el profesor Jorge Godoy, la enfermera del centro de salud, el ingeniero Lulio Goyeneche (q.e.p.d.), director de Caminos Vecinales; el sacerdote, la policía, padres de familia, la profesora y estudiantes de la escuela de Motavita, del Morro Varital, de Pueblo Nuevo, de Guaquirá, de Chusvitá y, allí nos encontramos, con otros amigos del pueblo, entre ellos Germán Montoya, de unos 10 años.
Vimos a los visitantes jugar tejo y mini tejo, tomando cerveza y aguardiente, y otros licores, a los estudiantes en concurso de canto, a los músicos, tocar sus instrumentos y escuchar sus canciones, a unos y otros consumir, lo que el bazar ofrecía.
Nosotros recién llegados, optamos por la apetitosa carne a la llanera, con papas, acompañada con gaseosa. Disfrutamos de la tarde, y ya sobre las 6, el ingeniero Lulio que, tenía una Toyota carpada de Caminos Vecinales, nos invitó, a subir al carro, para llevarnos al pueblo.
En la parte delantera, con el ingeniero Lulio, quien conducía, iba el profesor Jorge y la enfermera María Eugenia, en la parte de atrás, Cristina y Luis Delio, y otros acompañantes de Caminos Vecinales; Germán, Andrés y yo, nos colgamos del carro en la parte de atrás.
Alguien llamó al ingeniero, y él se bajó del carro, dejándolo encendido, los muchachos que estábamos colgados, nos bajamos, pero al instante, el carro siguió avanzando, y nosotros rápidamente nos volvimos a colgar, el carro descendió, por esa carretera muy rápido, y en la curva, que se ve la casa de don Alberto Trujillo, hay un abismo de unos 80 metros, es un pedregal, el carro siguió derecho, y yo me lance del carro, pero con la velocidad que iba, en un montoncito de arena, el carro se devolvió y quedo atravesado en la carretera, y en ese momento Andrés y Germán, se votaron antes de que el Toyota, parará completamente.
Si el campero no hubiese ejercido ese freno, con el montoncito de arena, y se hubiese vuelto hacía la carretera, los únicos sobrevivientes habíamos sido los muchachos que, estábamos colgados en la parte de atrás.
Yo me raspé los brazos, y en la cabeza, tuve varios chichones y ensangrentado completamente y llorando, del susto. Enseguida se apareció, en un bus de Expreso Paz de Río, el ingeniero Lulio, sobresaltado y con un revolver, enfurecido a darle plomo al que se había robado el vehículo de Caminos Vecinales, pero afortunadamente el profesor Jorge, quien se había apropiado del campero, por obra y gracia del espíritu santo, desapareció. Cabe anotar que el profesor, no sabía manejar.
El bus y la Toyota, se devolvieron, para la escuela, dónde la profesora Dora, con un paño y cerveza, me limpio las heridas y me frotaba, con un cuchillo, para que los turupes en la cabeza, se me achicaran.
Llegamos al pueblo y me llevaron a la casa. La enfermera que, estaba embarazada, hacia la media noche, tuvo que ser trasladada al hospital de Duitama, del susto, perdió al bebe. La gente comentaba, él bebé debió ser del profesor, puesto que no hubo ningún reclamo al respecto.
Al otro día tuve clase de inglés, con el profesor Jorge y con la frescura del caso, y muy sonriente, sin ninguna prevención, me pregunto y, ¿cómo vio el paseo del bazar?
Todo paso como una anécdota más, un bazar más, los chichones pasaron, y todo volvió a la normalidad.
NEVERS GERMÁN OJEDA GÓMEZ

Texto agregado el 24-05-2023, y leído por 132 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
25-05-2023 Me pasó exactamente tal como comentan mis compañeros. Muere un bebé y sigue todo como si tal cosa?, realmente no me parece… MujerDiosa
24-05-2023 Es cierto lo que comenta Valentino, lo del bebé entristece el cuento que por el resto está muy bien, saludos. ome
24-05-2023 Me cuesta clasificar el cuento porque la muerte del bebé contrasta con la frescura humoristica del final. Pero se lee bien. Saludos. ValentinoHND
 
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