Indiferencia
Si usted es amante del tango, si vive en Montevideo, si es verano, si es sábado y si desea pasar un rato agradable la cita es en la Plaza Fabini.
Llamada simplemente plaza del Entrevero, debido justamente al monumento que en ella se encuentra, hecho por el escultor Eduardo Fabini donde se aprecia algo así como un entrevero de caballos, jinetes y lanzas que dan vida a este maravilloso monumento.
Allí, en pleno centro de Montevideo, la gente amante del tango se reúne al atardecer a escuchar y bailar nada menos que tangos y milongas.
No sólo parejas se reúnen allí, personas de todo tipo lo hacen, los que van solos y se animan, consiguen a alguien que baile con ellos y es hermoso ver a verdaderos bailarines y también los que no lo son haciendo amistades y pasándola muy bien.
Pero la plaza no es sólo baile, allí pasean madres con sus hijos en cochecitos, parejas que se sientan a tomar mate en los bancos, personas que llevan a sus mascotas y niños jugando o montando sus bicicletas, todo parece alegre y simple, pero la vida no es tan simple, una tarde cuando aún brillaba el sol y la temperatura obligaba a disfrutar al aire libre, una mujer estaba sentada muy erguida observando el monumento, se notaba la tristeza en sus ojos, la gente al pasar ni la miraba tampoco ella lo hacía, su vista seguía fija sobre el monumento.
De pronto uno de los chiquitos pateó su pelota y ésta fue a parar debajo del banco donde la mujer estaba sentada.
El niño corrió hasta el lugar para recuperar su pelota cuando al pasar golpeó el banco.
La madre, muy atenta a su hijo corrió a su lado y se encontró con que la mujer estaba caída sobre el banco, de inmediato retiró al hijo y la gente comenzó a rodear el banco, una persona que pasaba gritó, no la toquen, creo que está muerta, el pánico se apoderó de algunos y la curiosidad de otros. El hombre que había dado la orden de no tocarla se aproximó y dijo que era médico y de inmediato le tomó el pulso.
Era verdad, la mujer estaba muerta, aunque sus ojos seguían tan abiertos como cuando minutos antes parecía observar el monumento.
Una llamada del médico bastó para que la policía llegara pronto al lugar, luego una ambulancia se encargó de llevársela.
Nadie sabía qué le había ocurrido, algunos dijeron que había sido asesinada, otros que quizá era una ladrona, que su marido la había abandonado y que se había quitado la vida, tantas eran la hipótesis sobre la muerte de la desdichada mujer, pero el médico que aún estaba en el lugar les dijo a quienes lo escuchaban que nada de eso era cierto, que la mujer había muerto debido a un paro cardíaco es decir, muerte natural.
Al oír esto la gente se dispersó de inmediato, nada había de espectacular en morir así y cada uno siguió su camino, la música continuó lo mismo que el baile, al sábado siguiente todo volvió a ser igual, otros bailarines se presentaban en la plaza, otros niños jugaban en ella y otros tantos enamorados paseaban y la indiferencia volvió a apoderarse de la gente. Nadie recordaba el terrible suceso del sábado anterior, la vida vestida de indiferencia seguía tristemente su curso.
Omenia
24/5/2023
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