LA GITANA
Jacinto; no es su verdadero nombre, y para el caso no importa pues Jacinto bien podría ser cualquiera de nosotros -Dios no lo quiera. Jacinto, decía, estaba más aburrido que una ostra. Repentinamente una gitana le salió al paso, haciéndolo sobresaltar.
-Vamos hombre, que te leo la buena fortuna. Quiera Dios y mañana amaneces millonario.
-No gracias, otro día será.
-Sólo unos pesos, invierte unos pesos y el futuro estará en tus manos -insistió la gitana.
“No es mala idea”, pensó Jacinto, “la tarde es tan aburrida. Tal vez pueda divertirme un poco”. Llamó a la gitana para aceptar el trato y ‘viajar’ al futuro, según le ella le había prometido.
- ¡Vamos pues, échame la suerte, a ver que resulta de este jueguito!
- ¡Vaya, vaya! No te arrepentirás.
La gitana tomó la mano de Jacinto y observó sus líneas, en silencio. El movimiento de sus cejas denotaba la atención que ponía en todos los detalles y, de paso, esbozó una expresión de sorpresa.
-Veo que tienes dos hermosos hijos.
-Eso es lo que tú crees… ¡Tengo tres!
La gitana volvió a tomar su mano y le respondió:
- ¡Eso es lo que tú crees!