Nana corre de un lado a otro preparando la mesa, que nada falte para el banquete de la patrona ¡Hasta los mejores vinos salieron de la despensa! Anoche dejó cocinado el pollo al coñac, el preferido también de los niños. Nos llama niños, a pesar de que cada uno de nosotros ya formó su propio hogar. Ella aún permanece en la casa, donde mismo reside hace más de 40 años y es que de tanto quedarse puertas adentro ya no tiene otro sitio a dónde ir.
Madre llega contenta, me abraza y conversamos sobre los días y sus trajines. Llegan mis hermanos, mis sobrinos, la casa es una algarabía. Madre recibe los regalos con orgullo. Desde el borde de la mesa Nana también mira con satisfacción. En su mirada se siente el amor por la familia; y es que para nosotros ella es parte importante, una segunda mamá. ¡Falta un tenedor! grita mi hermana, ¡Un teniente se ha escapa'o! replica mi padre. Nana se levanta de golpe soltando una carcajada. Un suave tintineo metálico la detiene e instintivamente lleva una mano hacia el bolsillo de su pulcro delantal asegurándose que su tesoro continúa ahí. Su corazón cascabelea y sus ojos se humedecen mientras se aferra a él; es el regalo de madres de parte de mis hermanos, mis padres y yo. Las llaves de su propio hogar.


M.D