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Fuimos de viaje a Marruecos y en Fez nos apuntamos a un curso de cocina, en casa de unos lugareños. Yassine y su madre nos enseñaron a hacer tajín y cuscús. Fue tan guay que a Isa se le ocurrió la idea de que podríamos hacer lo mismo en Valencia. Los dos estábamos en paro y no teníamos mucho dinero. Podríamos reinventarnos, clases de cocina valenciana en el Cabanyal. ¿Qué te parece? Pero si no tenemos ni puta idea. Habla por ti, me dijo ella, que a mí la paella me sale espectacular. Cuando estuve en Australia a todos les encantaban las paellas que hacía y también me sale muy bien la tortilla de patata.

Total, que nos lanzamos de cabeza. En el menú pusimos lo típico: paella, fideuà, esgarraet, all i pebre… Y yo le dije: qué te parece si ponemos también algo diferente, algo más creativo, algo así como del norte, como una ardilla rellena de Escandinavia… ¡La receta de la ardilla escandinava! ¿Te acuerdas cómo era? ¡Sí, claro! Es una ardilla que se le atan las manos y lleva un edelweiss en la boca y le metes una mandarina por el culo y ciruelas y jamón y queso y un huevo duro y se unta de miel y de chocolate suizo y lleva un salmonete entre las pezuñas. ¡Claro que me acuerdo! Pero me da mucha pena, decía Isa, no vamos a servir una pobre ardillita… ¡Claro que sí! ¡Hay que ser innovadores!

Las primeras veces todo salió de maravilla. Teníamos la ardilla escandinava en el menú, pero la gente siempre pedía lo típico. Sin embargo, llegó el día en que alguien seleccionó el plato especial en el formulario electrónico. En la sección de comentarios había escrito: «Hola, me llamo Lotte. Soy una chef de Holanda. Estoy haciendo viaje gastronómico por el mundo y quiero probar la famosa ardilla escandinava para quizás introducirla en el menú de mi restaurante con dos estrellas Michelín». Nos pareció un poco de morro que se quisiera apropiar de nuestra receta, pero no podíamos perder tiempo contestándole, había que hacerse con los ingredientes.

Conseguir la ardilla no fue difícil. Poca gente lo sabe, pero a las ardillas les vuelven locas los boquerones. Así que fuimos a la sierra Calderona y, debajo de un pino, abrimos una lata de boquerones. Habíamos preparado una trampa copiada de una peli de Rambo. Lo típico, un agujero en el suelo, una red enganchada a una rama, efecto polea y, ya está, en dos minutos teníamos a una ardillita luchado por salir de la red. Isa insistió en ponerle nombre. Úrsula se llamará, Ursulita. Y se pasó el camino a casa hablándole y acariciándola. Vamos mal, me decía, vamos mal. Ya verás qué risa cuando tengamos que meterla en la olla.

El día en cuestión se habían apuntado Iku y Kenji, dos chicos japoneses, pareja y residentes en Yokohama, y Lotte, la gastrónoma holandesa. Pero a la hora de empezar todavía no había llegado el edelweiss y estaba claro que Lotte no iba a perdonarnos ese detalle. Además, cuando le presentamos a Ursulita no pareció muy satisfecha con el ejemplar que habíamos traído. Menuda hija de puta, si no había ardilla más bonita en el mundo. No puedo con ella, me decía Isa entre dientes. Para hacer tiempo, les hablamos de las Fallas y de la Semana Santa marinera, mientras hacíamos el sofrito de la paella. Los japoneses nos escuchaban encantados, pero Lotte se estaba impacientando cada vez más. Estábamos al borde de la desesperación cuando sonó el timbre. Era el repartidor de Glovo con el edelweiss. ¡Menos mal! Total que empezamos a cocinar la ardilla al baño maría. Al principio Ursulita se quedó muy tranquila en el recipiente calentito, olisqueando el aire con curiosidad sin sospechar que fuera a pasarle nada. Pero luego Isa tuvo que salirse, porque lo que venía después no lo podía ver, ya que cuando comienza a subir el calor la ardilla intenta escapar y entonces hay que darle con un mazo en la cabeza para que se quede dormida. Me dolía a mí más que a ella. Iku y Kenji alucinaban pepinos mientras me grababan dándole mazazos en la cabeza al animal. Después de eso les servimos la paella a los japoneses, mientras terminábamos de preparar la ardilla.

El toque final de la receta, cuando está casi preparada, es meterla cinco minutos en el microondas, pero eso tiene un peligro, porque a veces se produce un movimiento de microondas que hace que la ardilla reviva durante unos momentos. Y fue entonces cuando Isa entró en la cocina y al ver a la ardillita arañando la puerta no lo pudo soportar y abrió el microondas. Se armó la de San Crispín. La ardilla, con los ojos desorbitados y las uñas en punta, se lanzó a la cara de la señora holandesa, que gritaba: «Mijn God! Mijn God!”, aterrada, sin poder quitarse al animal de encima, hasta que cayó golpeándose el cuello con la encimera, para aterrizar en el suelo con un ruido seco. Un charco de sangre se extendía bajo su cabeza, mientras la ardilla saltaba de una pared a otra, pringándolo todo de chocolate derretido.

Salimos de la cocina cerrando la puerta detrás de nosotros. Dentro se oía al animal tirando los trastos de un lado a otro. Los japoneses nos miraban perplejos, con el tenedor suspendido a medio camino de su boca. Les explicamos que habíamos tenido un pequeño percance, pero nada de lo que tuvieran que preocuparse. Así que se terminaron la paella y de postre les habíamos hecho torrijas. Estaban un poco callados. Pero, ¿os ha gustado la paella? Sí, sí, nos ha gustado mucho.

Al día siguiente en Tripadvisor habían escrito:

«Wonderful experience. Isa and Javi are very nice and friendly. Maybe not a good idea to ask for the squirrel.»

Y una valoración de 4 estrellas sobre 5. ¡Oye, no está mal!

Seguimos con la escuela de cocina, aunque después de aquel día quitamos la receta de la ardilla escandinava. A Ursulita la hemos adoptado como mascota, está un poco desmejorada, con los ojos saltones y el pelo churruscado, pero Isa no para de decirle que es la ardillita más bonita del mundo. Respecto a la gastrónoma holandesa, bueno, nadie ha preguntado por ella, no parece que la echen mucho de menos en el restaurante con dos estrellas Michelín.

Texto agregado el 12-05-2023, y leído por 139 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
14-05-2023 Pero qué maravilla es esta? Musix
 
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