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Alma

Ella creía mirarlo fijamente con sus grandes ojos negros, que parecían más grandes por la sorpresa no disimulada. Su tez de blancura excepcional, apenas si lucía un par de rubicundos soles en las mejillas, su mirada enaltecida por la belleza que la tristeza le confería se percibía diáfana y cautelosa. Él la tenía suavemente sujetada por la cintura con sus manos irreales, sus ojos escudriñaban sus cabellos que se derramaban como fuente de aguas sedosas y castañas. Finalmente ella se atrevió a decir con un dejo de picardía ── ¿como sería si….? ──, él quiso evitar el gesto, pero le fue imposible no esbozar una sonrisa de triunfalismo anticipado. Ella lo observó detenidamente y una sensación de desprecio la arrinconó por un instante, al fin y al cabo que todos los hombres eran iguales, nada les era más importante que el conseguir satisfacer sus deseos, fueran estos cuales fueran. Pero el tipo le gustaba y eso cambiaba las cosas, cuando una situación similar se le presento 3 años antes no la aprovechó. Tardó 6 meses en perdonarse la sobra de escrúpulos que solo le dejó un aplastante estremecimiento que sabía a sal, síntoma característico de los deseos no satisfechos. No quiso que le volviera a suceder y por ello hizo lo que hizo.

El la recorría con su desbordante imaginación al tiempo que le decía ──no quiero hacer nada que no quieras──. No supieron que decirse por algunos segundos, ambos intentaban decir algo que los pusiera de acuerdo sin que esto fuera subido de tono o demasiado meloso, o peor aun, que los comprometiera.

Alma se olvidó por completo de las personas que deambulaban en los alrededores, de los cientos de consejos proferidos por su madre, y de otras tantas experiencias mil veces repetidas por sus amigas. Lo invitó a pasar, una vez que la puerta estuvo cerrada lo tomó por el cuello, exploró suavemente con su lengua los recovecos de su boca, sintió su saliva dulce y tibia como miel de duraznos. Él respondió sin quedarse atrás, la asió por la cintura y en un abrir y cerrar de ojos sus cuerpos estuvieron tan cerca como nunca antes lo habían estado. La besó con una maestría que bien podría decirse innata, sus lenguas se entrelazaban acompañadas de una respiración profunda y reposada. Él la recorrió con la lengua desde la comisura de sus labios hasta el lóbulo de la oreja, ahí se detuvo en una húmeda estimulación de lengüetazos tiernos y despreocupados. Ella le arrancó la camisa con todo y botones de un tirón, hundió sus uñas en su espalda y deladeó la cabeza para facilitarle el masaje lingual en el cuello. Él un poco más delicado, le levantó los brazos para quitarle la blusa, la cual salió con todo y el sujetador de encaje blanco. La giró 180 grados, le sostuvo los senos con ambas manos mientras recorría con besitos su cuello y nuca. Pudo observar como sus senos se elevaban al compás de su respiración que se volvía densa y agitada, escuchó el latir desarticulado de su corazón que hacía estremecer las paredes como un tambor marcial.
Alma lo arrastró hasta su cama, lo aventó como si de un muñeco se tratara, lo despojó de sus últimas ropas y terminó de desvestirse frente a él. Se entrelazaron en un abraso trémulo, húmedo. El ambiente se congestionó de exhalaciones saladas, olores que evocaban los instintos primigenios, esos que son capaces de desencadenar la furia animal de los cuerpos posesos por las ánimas del deseo. Se cobijaron con caricias impetuosas, sedientas de sentir…. de matar. El aire se hacía denso por los humores corpóreos. Alma sintió como la piel se le crispaba al sutil contacto de su lengua, él la recorrió completa, palmo a palmo, centímetro a centímetro. Deambulo por sus valles y accidentadas elevaciones, se detuvo alrededor de su ombligo, luego continuó cada vez más al sur, hasta enmarañarse con los secretos de su sexo y su tierno sabor a carne cruda. Se empezó a escuchar una suave música de gemiditos entrecortados, ella le indicaba el ritmo a seguir asiéndolo por los cabellos, en el momento cúspide de su excitación Alma alcanzó a exhalar un ── tómame ──. Lo jaló hacia arriba y deslizó sus piernas de par en par, su carne cedió ante un cuerpo que se hacía parte de ella, desencajaron un prodigioso suspiro cuando compartieron su calor más íntimo. Se colapsaron en una columpiante armonía de jadeos, los movimientos aumentaron su intensidad y los gemidos se volvieron estertores de angustia idílica. Llegó el momento en que no tuvieron control sobre sus gargantas, y los sonidos fluían como si tuvieran voluntad propia. A la lejanía un gato maulló al ritmo de esa sinfonía animalezca, su fervor los fue elevando paulatinamente a un estado de excitación incomprensible. De repente, el cielo y el infierno se hicieron uno solo, el universo entero se convulsionó acompañado de una voz irrefrenable, como verbo transferido al viento, potencia de tempestades y devenir de vidas eternas, exhalaron un halito hirviente y un grito de agonía se confundió con un bramido de animal.

Alma se despertó envuelta en la fría soledad de sus sabanas, ya no había nada de él en su habitación, ni su cuerpo ni su olor ni nada, todo se había esfumado otra vez, pero esto no le importó. ── al rato... si, al rato volverás, y volverás mañana, y todos los días después de mañana. ── suspiró. ── Por que al rato, mañana, y todos los días después de mañana, me volveré a preguntar… ¿Cómo sería si estuvieras acá? ──

Texto agregado el 10-10-2004, y leído por 216 visitantes. (1 voto)


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