Prologo
En estos escritos (quizás poemas) que te entrego, querido –y retórico lector-, puedes encontrar una muestra de quien fui. Un día vi como se acababa la vida, increíble fugaz. Me moría. Que dolor, que pánico. Que enorme soledad. Sin limites la soledad, no era terrenal, era simplemente eterna. No puedo explicar lo inmensa que la sentí. Y lo real. Me sentí entregado, desollado. Muerto. Pero sigo -gracias a Dios o al Demonio- vivo. Creo que porque me empujan mis tres potentes motores: Berenice, Ana y Luis.
He cometido actos reprobables. A lo peor atrocidades. Pero más daño del que he hecho me han hecho. Más daño del que nadie pudiera imaginar –aunque todo eso del sentimiento es subjetivo. Por eso pienso que esto no es un reproche, sino simplemente una clarificación. No pretendo culpar a nadie. Pero así como yo soy culpable de mis culpas, hay unos cuantos que son también culpables de las suyas.
El fascismo –tecnológico podríamos llamarlo- es una forma de régimen totalitario que suprime la pluralidad de partidos, anula el estado de derecho , prohíbe el sindicalismo, etc., y, que a través de los medios (la propaganda, por ejemplo, y demás poderes mediáticos), además de la tortura y la amenaza constante, pretende hacer creer al pueblo –que será eso- que la represión a la que se le somete es lo mejor para el pueblo. Es una forma malévola y terrorista de ejercer el poder (en el que no creo en ninguna de sus variantes).
Por otra parte todo lo que se aparenta ser se vuelve contra uno, de forma violenta, el día de su muerte, eso me consta. Cuando habiendo visto la muerte y tienes la suerte o la desgracia ¡quien sabe¡ de seguir vivo, empieza un camino nuevo en el que recuerdas a diario esa terrible cara y ese momento y esa sensación de morir y ese esqueleto. Una sensación que te desgarra. Te desuella. Todos los días.
Muchas cosas me han hecho daño en la vida, pero la que más ha sido que me dijesen que he sido un villano con las mujeres a las que he amado. Pero ésas son criticas hechas por supuestos amigos. Ellas nunca lo dijeron así. Seguramente ha sido culpa mía por no dejar nunca de manifiesto lo que soy, lo que pienso, lo que pretendo (nada). Y por huir de mí mismo por miedo a encontrarme con alguien que no ha hecho las cosas bien. El cargo de conciencia pesa tanto, que cuando me moría, creí que si el infierno existe estaba entrando en el, con mi pánico, en el terror y en la enorme e impresionante y eterna soledad.
Posiblemente todo se magnificaba por mi cargo de conciencia. Me dirigía a morir, detrás de otros, con la idea clara de que no podía retroceder. Es como entregarte al castigo mas duro que nunca hubieras podido imaginar. Nadie podría imaginarlo, porque sabes que posiblemente lo mereces. Mi miedo a la muerte ¡que cobarde! Presente toda mi vida, y en aumento me hace recordar todo lo que podría haber hecho y lo mucho que me arrepiento –odiosa palabra- de no haberlo hecho. Siempre he creído que el pasado está tan presente que puede sembrar a veces mala simiente, jodiendo el futuro, que además tiene ventaja. Si, creo que el futuro tiene ventaja porque el tiempo juega a su favor – por lo menos así lo dicen los políticos cuando se recrean en prometer que el futuro va ha ser maravilloso, olvidándose del presente que nadie quiere cambiar, y que a ninguno le interesa.
Quisiera poder abrirme en canal y dejar que se viera todo lo que soy incapaz de explicar. Que más da, no creo que eso sea de gran relevancia para nada. Me gustaría, eso si, dejar de lado toda la cosa vivida: el rencor, la ira, la venganza, los enfrentamientos contra gente y en especial contra mi mismo y un largo etc., y esperar que quien haya sufrido por mi culpa tenga la bondad de perdonarme. Eso lo agradeceré eternamente, ahora que estoy cerca de la eternidad o la nada – quien sabe.
He aprendido algo tan simple como esto -¡en que habré estado pensando en todo este tiempo!-: la muerte esta a la vuelta de la esquina. A mí me lo ha dicho con malos modos. Muy mal lo debería estar haciendo cuando ella ha sido tan solemne conmigo. Tan definitiva.
Hurgando en las cajas de tantas mudanzas en estos años he encontrado algunos escritos (la mayoría de hace mas de veinte), y he pensado que a lo mejor podían tener algún valor, si no artístico por lo menos sentimental. Esto me ha animado ha darlos un día a la luz. Puede ser que ese día sea hoy.
La vida es cruel, ya se sabe. Y a veces nosotros mismos hacemos que sea peor todavía. Pero creo que la verdadera responsabilidad hay que buscarla en esas grandes corporaciones monopolistas de los grandes países industrializados y los grandes latifundios de los países tercermundistas.
¡Quién no quiere el sosiego y la paz para poder vivir y escribir en paz! Pero para ello habría que acabar antes con ese virus mencionado.
José María de Benito Buzón
octubre de 2004
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