Se eleva el pensamiento
amarrado al presente.
Un vuelo controlado
por los sentidos.
Un vuelo suspendido
en los sonidos.


Un zorzal de pies ligeros
salta sobre el cemento.
Esconde sus alas
con descuido somnoliento.
Empina su emplumada cola
en busca de alimento.


Un tiuque, que con su graznido
apresura las cadencia.
Un grito anunciado
de una futura ausencia.
Un vuelo rasante,
en pronunciada zambullida,
para coger con garras
la comida servida.


Una zambullida
y se sostiene la vida.
Una zambullida
y se acaba la vida.
Danza de muerte
sobre la tela extendida.


El pecho marrón-gris
se ha teñido de escarlata.
Sangre impoluta de muerte.
Sangre que escoge la suerte.
Plumaje reseco de otoño,
frágil e inerte regalo.
Suspendido presente
de rojo moño adornado.


Un aullido por lo desconocido.
Un aullido de un perro perdido.
Un lamento que resuena
como eco de animal herido.
Ladridos improvisados,
murmullos desperdiciados
se ahogan en la quietud
de este día funado.


Alguien que pierde.
Alguien que queda.
Media lágrima
por el que parte,
media parte
por el que queda.
Eterno lamento en el aire
que se desvanece,
siempre, allá afuera.