Simplemente… un cuento de amor.
Amor no es, ni obligación, ni súplicas sino todo lo contrario, el que ama no exige simplemente ama y espera ser amado…
Estos pensamientos abarcaban por completo el cerebro de David aquella noche como tantas otras desde hacía algún tiempo, no se imaginaba la vida sin Dora, pero la estaba perdiendo y sin saber el motivo.
Vivía con ella desde hacía dos años, se habían enamorado desde el primer encuentro fortuito, en aquél supermercado cuando él apenas llevaba dos días en el país proveniente del suyo, tan lejano.
Con sólo una mirada sus corazones palpitaron y sucedió lo que algunos dirían, amor a primera vista.
Otros dirían que fue un flechazo de Cupido, directo a sus corazones, pero David no era tan romántico y simplemente pensaba que estaba enamorado.
Dora era una joven sin hogar, producto de una familia que no conocía que vivía sola y que quizá se aferró a él simplemente por eso, por estar sola en el mundo, pero que tal vez no sintiera el verdadero amor hacia él y recién se estaba dando cuenta de ello, lo notaba en su mirada, en sus gestos hacia él, ya no era aquella muchacha de mirada angelical que lo conquistó en un minuto, ahora parecía estar perdida en sus pensamientos y eso, no era amor.
David lo venía pensado desde hacía un tiempo y al fin lo decidió, se marcharía, volvería a su país a pesar de que él también estaba solo allá.
A la mañana siguiente esperó que Dora se fuera a trabajar y preparó sus cosas, se iría sin decir nada, estaba seguro de que era lo mejor, sin discusiones ni sufrimientos que tanto odiaba.
Y así creyéndose un cobarde, pero seguro de sí mismo, David se fue de la casa pensando que Dora se sentiría aliviada de no tener que despedirse de él.
Ni una carta dejó, ¿para qué? Ella ya no lo quería y él no estaba acostumbrado a vivir de limosnas con respecto al amor.
Unas horas más tarde avisó en su trabajo que ya no volvería, que podrían mandarle el sueldo de lo trabajado al banco, que él se encargaría de recogerlo.
A la tarde se encontraba en un avión con destino a su país, con el corazón roto y lastimado en todo su ser.
Dos años pasaron David jamás olvidó a Dora y ahora pasado el tiempo se lamentaba de haber sido tan duro consigo mismo y con ella al no darle oportunidad de contarle el motivo por el cual se comportaba de aquella manera, aunque sabía que era muy tarde decidió volver, no podía olvidarla y necesitaba saber qué había sido de la vida de ella.
La buscó por todas partes, inútil, Dora se había marchado, imposible saber de su paradero, ella no tenía familia y tampoco amigos, era una búsqueda inútil.
Ya instalado en un hotel, David pensaba qué hacer de su vida hasta que se dio cuenta de que, como cualquier persona, tenía hambre, salió a la calle a buscar algo para saciar su apetito cuando de pronto la vio. Era Dora!. No podía imaginarse, ni siquiera creer que se había equivocado, pero, no iba sola, la acompañaba un pequeño niño que caminaba junto a ella y la llamaba mamá.
David sintió que su corazón estallaba, el dolor fue tan fuerte que no pudo seguir y sin querer gritó su nombre.
Dora al sentir que la llamaban volvió la vista y corrió hacia donde estaba David, el encuentro fue mágico, las lágrimas brotaron de los ojos de ambos.
No fueron necesarias las palabras, David abrazó a Dora y la magia hizo lo demás.
No hubo reproches, Dora sabía el motivo por el cual David se había ido, sabía que ella era la culpable por no haber confiado en él, su vida era un calvario desde que supo que iba a ser madre, nunca le había contado sobre su familia, porque, aunque le había dicho que no tenía, no era cierto, ella se había alejado de ellos porque no eran buenas personas y quiso comenzar una nueva vida sola.
Siempre estuvo enamorada de David, el niño era de él y había llegado el momento de contarle la verdad.
Dora había tratado de dejar a David desde el momento que supo de su embarazo, pero no por no quererlo, sino por todo lo contrario, su madre estaba internada en un manicomio y su padre en la cárcel, qué clase de hijo tendría, tenía miedo de que heredara algo de su familia y que David se lo reprochara, pero el niño era idéntico a David, en nada se parecía a la familia de ella y arrepentida por haberlo alejado sin darle explicaciones siguió su vida cuidando a su hijo ella sola.
Había llegado el momento de cambiarlo todo, David al enterarse de todo, abrazó a David Junior y a Dora, prometiéndoles que de ahí en más jamás volvería a irse y como en un cuento de hadas vivieron felices por siempre.
Omenia
2/5/2023
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