–¿Seguro que este bodrio te hará ganar el Nobel?
Mi editor Rodrigo. Me cuestiona. Tipo recio. Blanco. Barba crecida al estilo afgano. También un bragazas pretencioso, amante de la buena comida y las bebidas embriagantes. De sus ojos sale una especie de rayos equis mortal que lo escanea todo. Tiene un Rolex falso. Toma mis hojas de papel bond y las avienta a una bandeja de plástico, sin siquiera mirarlas. Estás apretadita, mami.
–Que sí.
Se lo digo con apostura. Soy una guarra sin causa. Tampoco soy fácil. En 10 o 20 años este cuento me dará un Nobel y su pergamino me servirá algún día para limpiarme el culo. Por supuesto que no invitaré a este cretino a la ceremonia.
¿Ah no? Rodrigo cierra los parpados. Son anchos, negros, legañosos. Se harta de los escritores. No quiere publicarme. Dice que no ha venido a este mundo para criar cuervos. Que él es un buen cristiano y yo un transexual libertino. Qué rico, guarrona. Jugosa. Rodrigo fuma. Su padre Ramiro Heinz le heredó la dirección de una editorial magnánima que ahora está en la ruina y él no sabe qué diablos hacer con ella. Lack of. Déjame montarte, sucia. En los últimos meses ha dejado de imprimir a muchos literatos, en su mayoría norteamericanos e ingleses, algunos malísimos, y se ha enfocado en cerrar un contrato millonario para prensar talonarios del gobierno. Se te ve socado ese culo, perra. Rodrigo es un inútil que no sabe vivir en la piel de las letras. Rodrigo no quiere ser como su padre, Ramiro el Grande. Ramiro el Bisexual. Ramiro el Drogadicto. Ramiro el de La literatura soy yo. ¡Chúpenmela! Heroína. Excrementos y vómitos en las sábanas. Contusiones y cortes sangrantes en las sienes. Miseria humana. Iggy Pop. A Bukowski hay que hacerlo comer mierda para que cague oro. Mi katana es filuda, te cortará los huevos y te hará famoso. Muerte de mierda, me llevaré los millones de euros conmigo en el ataúd, para comprarte, tal como se corrompe a los dioses de Egipto. Mis papeles de trabajo descansan en la mismísima biblioteca del Museo del Prado. Mi hijo Rodrigo. Un tonto. Un gran incompetente. Lack of.
Rodrigo se viste a rayas como un banquero burócrata del Viejo del Oeste. Como Chaplin. Debo limpiarlo todo, debo limpiarlo todo. Maldito sucio, maldita humedad. Oficina de mierda. Amo nadar entre secreciones. No estoy loco. Amo tu polla, guarrona. Odio a mi padre. Me negó la herencia. El editor soy yo, y tus trabajos una inmundicia. Rechazado. Rechazado. Rechazado. 99% de negativas. ¿Acaso no entiendes que éstas son más importantes que los títulos publicados? Adoro la banana de Maurizio Cattelan y la mierda de oro de Jeff Koons. Ése sí es arte moderno. Soy un homúnculo, womp, womp, tentáculos salen de mi boca y escupo un chorro de profanidades. Blop, blop. Vamos, Sor Juana Inés de la Cruz, mamemos y versifiquemos juntos esas vaginas anchas y penes erectos. Oh yeah, oh yeah. Oh, Joel Osteen. Qué te has vuelto a comprar otro jet sangrando a tus feligreses. ¡Bien hecho, hombre, así se pegan botones! Los domingos voy a la Iglesia y le lamo los pies al cura. Me transformo en el joven romántico Werther y sodomizo con látigo de cuero y piedras a Lotte. Un crucifijo de Cristo me da fuerzas para luchar contra el advenimiento demoníaco y global de los temibles jinetes del “progresismo” y el “establishment pedófilo”. Soros. Bill Gates. Satanes del infierno. El Papa Francisco es el Papa Negro y un agente marxista-cultural. MAGA. Las Tortugas Ninja. Tengo sus corazas. Lack of. Ramiro mi padre, el mariposón, pero yo, el Superhombre. Mi opinión vale más de un millón de likes y vete a tomar por el culo. ¿Sabes por qué no publico tus obscenidades, ramera del purgatorio? Por transexual degenerado y políticamente correcto. Un cobarde ideológico. No te atreves a decir las “verdades como son”. Cultura woke y Satán. Lack of. Retorcido. Trabuco de armario.
Rodrigo sueña con el pasado que ve en Netflix. Ama el pasado. Me gusta el pasado. Quiero regresar al pasado. Paseos vespertinos por las granjas de maíz. Caminatas de la mano bajo la sombra de los edificios de Manhattan. Fotografías en blanco y negro. Un rótulo gigante. Kentucky Chicken. Un coche Buick se pedorrea a lo largo de una calle solitaria y polvorienta. Una chica de vestido floreado sonríe mientras se acicala el pelo rizado. El mundo moderno es una cloaca. Enferma, hostil y decadente. En su camino ancho se ocultan gnomos lujuriosos que aspiran cocaína junto a medusas trocadas en zombies. Hay penumbra, peñas escabrosas. Metanfetaminas. Alcohol. Prostitución. Ve figuras silentes encaramadas. Penetraciones. Orgías a la vuelta de la esquina. Penes. Tetas. Semen. Líquidos vaginales. Las chicas le sacan la lengua mientras eyaculan, Rodrigo, Rodrigo, y lo ven pasar con su Hummer todoterreno hacia la editorial. Lack of. El mundo actual es una cloaca, una cloaca gigantesca, como si fuera el Agujero Negro de la M87.
Me gustas, perra. Eres mi debilidad. No puedo pasar un día sin ti. Un transexual progre y escritor de novelas grises. Quiero sobártela mientras vemos “2000 Mules” en Fox News. Me lo cuentas todo. Morbo. Tengo fijación con el pasado y su gente uniforme. Sabían menos. Los géneros definidos. Se vivía tranquilo en familia. Campos de algodón. Segregación racial. Evangelismo blanco. Diferencias culturales. Exclusión. Lack of. Unicornios blancos de mechones azules y manchas rojas vuelan a través de tu cristal rosa. Mientes con lo de la transformación y liberación de la colectividad humana. No. Mentiras. Sociedad de consumo masivo. Lucha por los derechos sociales. Feminismo. Marketing. Tecnología. Basura. Basura. La Tierra es plana y el Hombre nunca ha llegado a la Luna. La izquierda radical es malvada. Lack of.
»Bellos tiempos, amigo Sal (nunca “amiga” Sally).
»La mujer en la cocina, ataviada con su faldita larga, elegante, fuera de la vista y del chuleo de los depravados. ¡Decencia, la mujer necesita decencia! En cambio un hombre, borrachera, comida y cama. Y montarla como un auténtico alfa.
»Los hombres entonces eran hombres, ´trabajaban duro´, bebían como cosacos y decían lo que pensaban, no como los hombres de esta generación de cristal a la que todo les molesta.
»El mundo de antes era lógico y coherente; su gente, bien educada, respetaba tu forma de razonar y no existía el degradante multiculturalismo. Todos sabían cuál era su posición en la sociedad y ésta no salía de donde estaba para ir a empobrecer a las demás. En cambio hoy, todo eso se ha ido a la mierda, ¿no lo crees?”
Lack of.
Tengo que callar, Rodrigo. Hablas como un tarado. La Naturaleza es sabia y seguro si seguían así acabarían cogiéndose entre primos y tíos. Pero quiero hablarte de mi cuento. ¿Lo publicaras? Honra el trabajo duro empeñado por los autores con el fin de conservar los valores de la sociedad. Veo que la quieres, me la estás sobando, Rodrigo.
–No, qué va –se echa a reír de la ironía–. Si lo hago, ¿sabes que harán contigo esos suecos progresistas? Violarte.
»Eso te gustaría, ¿no? Que ten den por ese culo grandote y carnoso. »
–Tú no cambias. Ni Dios ni la Educación te pueden cambiar.
–Me importan una mierda los escritores como tú. ¡Qué van a ser escritores ustedes, vagos, basura desechable, atajo de haraganes, egoístas y recelosos que no tienen más cerebro para pensar sino solamente en ustedes!
»Mi padre tenía razón con lo de Bukowski. Petulantes, sabelotodos, prefieren morir de miseria y alcohol antes que torcer el brazo. Mírate tú. Eres un completo imbécil, no escribes más que obviedades que ya no cobran sentido y tus textos pueden resumirse en una palabra: Porquerías woke.
–Tu padre no pensaba lo mismo.
–Mi padre, mi padre, ¡si mi padre era un homosexual enfermo que era una vergüenza para la sociedad! Además, la tuvo fácil, cuando la gente todavía leía a Walt Whitman, Rubén Darío, Julio Verne y Honoré de Balzac, no hay que ser un genio para descubrir que se escribía como en la Edad de Piedra.
Lack of.
–Mientes de nuevo. No han pasado ni veinte años desde la fundación de la editorial que tú estás llevando al precipicio.
Ay Rodrigo. Tipo recio. Se arroja hacia atrás en la silla. Vuelve al cigarro copaneco. Voltea a ver la bandeja donde descansa mi escrito. Cuentos abandonados. Novelas rechazadas. Odio mi vida. Odio a los comesantoscagadiablos. Vuelve a cerrar los ojos. Sé que está fastidiado. No quiere echar a trabajar las imprentas porque las tiene apartadas para hacer su negocio con el Estado. Mucho menos quiere publicar a escritores como yo. Lack of.
Rodrigo tiene miedo. Rodrigo quiere que se sigan escribiendo novelas al estilo de Dan Brown. Por ningún motivo está dispuesto a publicar escritores que hayan abjurado de todo, incluso de corrientes literarias moribundas como el realismo sucio norteamericano. Un junkie se mete una aguja con heroína mientras recita un poema. Jack Kerouac se masturba con una cadena de metal de la generación beat. Degeneraron en un sinfín de relatos llenos de idioteces. Los chicos abjuran del realismo mágico del boom latinoamericano. Rulfo, Cortázar y García Márquez se mecen en una rama de mango mientras cagan un líquido ralo. Abajo burbujea una piscina repleta con estiércol de chistes malos. Evolución. Originalidad. Lack of.
–¿Sí o no, Rodrigo?
–No lo creo.
Se acomoda. Me ve las tetas operadas. Jala duro del cigarro. Su humo tiene un sabor negro y penetrante que me molesta.
–Está bien, está bien. Te invitaré a la ceremonia. ¿Qué dices?
–¡Puf!
Rodrigo comienza a toser; el humo lo ha atragantado
– ¿Crees que eso me importa una mierda? Olvídalo.
Me acerco por la parte de atrás del sillón y le pongo las manos en la parte del cuello. Lo masajeo. Hasta que suspira. Su sangre se siente caliente. Su corazón palpita. Pum. Pum. Pum. Los pelitos se le enchinan. Abajo, la piel del pantalón se engrosa. Está mojado. Rodrigo alza la cabeza; reímos los dos tímidamente. ¿Verdad que te gustaría? Es tu turno. ¿Activo o pasivo? Sé que gustas de las dos formas. No puedes escapar de la biología de tu padre.
–¿Tal vez una chupadita?
Rodrigo se toca las bolsas del pantalón, se le acalambra la espalda y empieza a retirar su faja de la cintura.
–¿Es en serio, bebé?
Se saca algunas partes de ropa con urgencia. Asiento con la cabeza. Le telegrafío lo contrario en clave morse. No lo entiende. No, precioso, no hoy. Tengo picardía. En última instancia, le contesto:
–Claro que no, tonto. Eres un puto mojigato.
»Venga. Dame esos papeles. No necesito que un tarado como tú me ayude a ganar ese Nobel.
Cojo los papeles de la bandeja y me doy la media vuelta. Rodrigo blasfema y grita:
–¡Maldito marica! ¡No quiero volver a verte! ¡Te odio!
Me echo unas grandes carcajadas, abro la puerta y me largo. Espero unos minutos a que ese maldito edificio le caiga encima. Algún día, imbécil. Lo remató sacándole el dedo de en medio por delante:
–Rodrigo. Lack of.
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