Mi nombre es Nahuel y aunque en mi trabajo me dicen “el escritor” no me considero como tal. No ejerzo. Ni estoy en el mundo artístico, aunque sí, pero en otra faceta. Hago clown. Si me tengo que definir, primero soy Bostero de vida y después Bioquímico, de profesión.
No me considero escritor, aunque me gusta escribir y he publicado un par de libros. Lo hago mal? Bien? No sé, pero lo hago. Un día en un libro de una editorial, leí una cruda realidad “muy pocos llegan a ser reconocidos o más bien, a tener éxito”. No todos llegamos a ser Gabo. Así que ahí, sin preocuparme por no llegar a serlo, seguí escribiendo y tomando talleres. Jugando a ser escritor.
Le dije que no a esas charlas nocturnas que he tenido con Borges, Cortázar u otros escritores de renombre, donde me dictaban lo que tenía que escribir y cómo lograr el éxito. Como todo en la vida, el tren pasa una vez y yo, lo mire pasar. Seria plagio, pensé. Pero si me hablan en sueños, como podría ser un plagio si ya no están acá, me respondí. Y en ese diálogo entre mi ángel y diablo, no ganó nadie, tome parte de ambos. Sigo siendo yo, escribiendo, equivocándome, aprendiendo.
No pretendo que nadie me crea, ni poner en una hoja mis logros o lo que no pude llegar a lograr. Uno es por lo que muestra. Hoy, sigo jugando a escribir. Hoy siguen, en sueños raros, apareciendo ideas que las tomo y las transformo. Hoy estoy sentado frente a esta computadora apretando letras que se unen, palabras que dicen algo, frases que me llevan hacia un sentido que por ahí, no es la idea de un principio y menos aún, la idea que el lector capta. Todo se transforma, se vive, se modifica. Yo, me dejo llevar.
Hoy no me considero un escritor, sigo siendo yo. Soy Bostero y con eso me alcanza.
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