...una vez que acabó, Mónica me empujo de espaldas a la cama, pero quedé acostado con las piernas apoyadas en el piso. Se arrodilló - ahora me toca a mí - dijo maliciosamente y comenzó a chuparme la pija.
Lo hacía con el placer de estar saboreando algo delicioso. Pasaba su lengua por el tronco de mi verga y con los labios abiertos masajeaba la cabeza.
Hasta que empezó a levantar mis huevos con la lengua. Yo sabía adonde iba.
- Ahora te voy a dar el beso negro yo - dijo agitada por la excitación. Y comenzó a lamerme el culo.
- Pará, pará me voy a acabar - le supliqué. Me erguí sobre la cama y la tomé por los hombros - vení cabálgame - y me acosté a todo lo largo de la cama. Ella gateo sensualmente hasta estar en la posición correcta y se sentó sobre mi pija que entró hasta el fondo, hasta los huevos.
Comenzó a galopar despacio mientras se acariciaba las enormes tetas pellizcando los pezones.
Fué en ese instante que miré por encima de su hombro y lo vi a Raúl apoyado en la puerta de la habitación.
Estaba con los pantalones bajos hasta los tobillos, y haciéndose una tremenda paja.

Raúl tenía una pija enorme y la tenía tan parada que parecía le llegaba al ombligo.
- Que estás haciendo - le pregunté casi susurrando. Pero Móni igualmente me escuchó y giró su cabeza para ver lo que sucedía. Grande fué su sorpresa cuando vió a nuestro amiguito acariciándose los huevos con una mano, y con la otra meta paja.
- Salí de acá Raúl.
- No, solamente quiero mirar y pajearme.
- No, no gritó Moni.
- Bueno, dejalo le dije, solamente quiere mirar y la verdad que me excita mucho que nos vea
- A mí también me calienta que nos vea, pero tendríamos que haberlo charlado.
Dicho esto giró dándome la espalda y quedando de frente a Raúl.
- Dale, mientras yo me lo cojo a este, dejame ver esa tremenda verga y como te pajeas, dijo y volvió a estrujarse las tetas con fuerza.

El cuadro era tan alucinante que pasados apenas unos minutos, y con los gemidos de Mónica - que se acababa por segunda vez - la saqué y tiré un chorro de leche que
le ensució el pelo y la espalda.
Cuando miré a Raúl estaba eyaculando gran cantidad de leche espesa y blanca sobre el piso de la habitación.

Nos quedamos los tres en posición flor de loto, sobre la cama. Encendí tres cigarrillos, les pasé a ellos y nos quedamos en silencio fumando y extasiados, sabiendo que se venían encuentros mejores.