¿Y si el pasado despierta?
A veces el pasado se encuentra dormido, puede suceder que jamás sepamos la realidad o puede despertar sin que lo sepamos.
Creo que no me estoy expresando correctamente, lo que quiero decir es que muchas veces sucede algo en el pasado y no nos damos cuenta quizá por alguna razón que nada tiene que ver con nosotros o puede que sí, pero no lo sabemos hasta que el pasado se convierte en presente.
Mi nombre es Luca Monterroso, nací hace casi veintiún años, para ser más preciso diré que me falta un mes para la mayoría de edad y después de los hechos de los cuales hace muy poco tiempo descubrí, en realidad me asusta.
Cuando tenía apenas cinco años, mi madre debido a un accidente automovilístico, fallece. Por aquél entonces vivía con mi madre y mi padre en un caserón muy grande, pero vacío de afectos.
Mi padre, Eugenio, era un hombre que no expresaba sus sentimientos, sobre todo conmigo, siempre fue frío despegado de todo sentimiento amoroso que como padre debía tener para conmigo y de mi madre diré que, aunque me quería le temía a mi padre y quizá debido a eso le prestara más atención a él que a mí.
No diré que no sentí la muerte de mi madre, pero su lugar fue ocupado por el ser más bueno que conocí en mi corta vida, mi abuelo por parte de padre, Jacinto, que al saber lo de mi madre se instaló en la casa y desde entonces las cosas cambiaron.
Era un ser iluminado y que irradiaba amor, todo lo contrario de mi padre y con él aprendí todo lo hermoso de la vida, aunque también me enseñó que las cosas no siempre son en blanco y negro, existen los matices y son los que dan color a la vida.
Creo que mi vida comenzó en ese momento, cuando entró a mi vida.
Mi padre no estaba muy de acuerdo con que viviera con nosotros, pero a decir verdad por otro lado se alegraba debido a que no tenía que ocuparse de mí.
Una mujer entrada en años venía todos los días a hacer la limpieza y a cocinar para nosotros, mi padre solía tomar sus comidas fuera de la casa ya que apenas lo veía, se marchaba muy temprano a su oficina y regresaba muy tarde, cuando me encontraba dormido y los fines de semana casi nunca dormía en casa.
No me importaba, mi abuelo era con quién quería estar, me llevaba a la escuela, estaba conmigo cuando estaba enfermo y jamás dejó de ocuparse de mí.
Teníamos grandes charlas en las que muchas veces no entendía lo que quería decirme, pero él me respondía, cuando le decía que no había entendido lo que me estaba diciendo, que no me preocupara, que cuando creciera sabría perfectamente la respuesta y seguía como si no hubiera dicho nada.
Jacinto me contó cosas de mi madre y me dijo que, si sentía que no me había querido, no la culpara, a veces el terror nos hace ser diferente con quién más queremos y que no lo dudara, ella siempre me quiso.
No podía decir lo mismo de mi padre, su hijo y me pidió que no lo juzgara tampoco ya que quizá la culpa no era de él, de chico no supo darle todo el amor que necesitaba, como me lo daba a mí.
Al preguntarle qué pasaba entre ellos que apenas se hablaban, mi abuelo me respondió que el pasado a veces parece dormido, pero que el día que despierta puede ser muy cruel.
Un día, Jacinto me dijo que estudiara mucho, que quería saber antes de irse que mi futuro estaría resguardado, no por lo que tenía mi padre, sino por mí mismo y le prometí que así lo haría, por suerte siempre tuve buenas calificaciones y aunque era muy chico, supe que ser abogado, como él era lo que quería ser.
Mi abuelo era un hombre joven, había sido padre a la edad de dieciocho años y quizá por eso no supo estar con mi padre, mientras los otros muchachos recién salían del cascarón como solía decir, él ya era padre y casado, me contó que por aquél entonces muchos matrimonios era arreglados y en su familia de italianos esa era la costumbre.
A la edad de diecisiete años sus padres lo casaron con una chica que ni conocía, pero que cuyo padre era dueño de una fábrica de ropa, que actualmente es de mi padre y la familia que por aquél entonces era pobre, pasó a ser muy respetada y pudiente.
Así eran las cosas en aquella época, los jóvenes debían obedecer a los mayores, sí o sí.
Su vida fue miserable a pesar de la riqueza, aunque pudo estudiar y recibirse, nunca estuvo al lado de su hijo y eso lo lamentó con los años al sentir el odio del muchacho hacia él.
Por esa razón, aunque sabía que no podría arreglar las cosas entre ellos, trató de estar conmigo y de darme todo el amor que no supo darle a su propio hijo.
Poco a poco el pasado iba despertándose para mí y fui perdonando a mi padre a medida que pasaba el tiempo.
Cierto día, mi abuelo me pidió que le pusiera las gotas en los ojos ya que estaba viendo cada vez menos y el médico le había dicho que todos los días debía ponérselas para no perder del todo la vista.
Ese día lo recuerdo muy bien, tenía nueve años y era bastante inteligente, aunque debido a mi corta edad, no lo suficiente como para entender algunas cosas de las cuales sólo pude darme cuenta muchos años después.
Salí de la habitación de mi abuelo y fui a la biblioteca que estaba pegada a su habitación y allí me senté teniendo mi cuerpo casi oculto, aunque podía ver por un espejo a mi abuelo.
La verdad es que no me estaba ocultando, simplemente fui a leer y a hacer mis tareas para el colegio.
Ese día vi mi padre entrar a la habitación del abuelo y al poco rato salir, no le di importancia, a veces solía hacerlo. Al día siguiente como Jacinto no venía a buscarme fui hasta su habitación y allí encontré a mi padre.
Me dijo que saliera, que el abuelo estaba enfermo y que la señora de la limpieza se encargaría de llevarme.
Esa fue la última vez que vi a mi abuelo.
Cuando volví del colegio ya no estaba, mi padre me dijo que había muerto de un ataque al corazón y que lo estaban velando en una sala mortuoria, que más tarde lo iban a enterrar y que no quería que yo estuviera presente.
Eso fue todo lo que me dijo y se fue.
Allí estaba yo, sólo otra vez y con mil preguntas que no podía contestar, sabía que mi abuelo tenía problemas con la vista, pero no creía que eso lo matara y menos aún de un ataque al corazón, Jacinto me contaba que cada año se hacía un chequeo general, por las dudas y que su corazón era el de un muchacho de veinte años.
Se lo dije a mi padre y sólo obtuve una mirada que me heló la sangre.
Y así siguió mi vida, sólo con la presencia de aquella señora que quizá por lástima me trataba muy bien.
Pero, últimamente comencé a tener sueños extraños, en ellos veía a mi abuelo durante las charlas que teníamos y eso me alegraba mucho, hasta que hace unos días el sueño cambió, lo vi parado frente a la caja fuerte de mi padre y curiosamente me mostraba un número, en seguida me di cuenta de que era el que correspondía a la combinación de dicha caja.
Por suerte, a mí me ocurre algo que no a todas las personas que suelen soñar, les sucede, tengo muy buena memoria y mis sueños no desaparecen al despertarme, los recuerdo perfectamente.
Suelo ser curioso por naturaleza y ese sueño fue muy extraño, ni bien mi padre salió corrí a comprobar qué de cierto había en él, para mi asombro, la caja se abrió tal cual lo hacía en el sueño.
Lo primero que encontré fueron títulos y documentos, pero uno llamó mi atención, era el testamento de mi abuelo, jamás me había ocupado en pensar qué sería de toda la riqueza que había almacenado durante su vida, siempre supuse que, como único hijo, mi padre heredaría todo.
Lentamente abrí el testamento y mi sorpresa fue mayúscula al enterarme de que mi abuelo me dejaba la mayoría de sus pertenencias y que sólo la casa y la fábrica le quedaba a mi padre ni bien cumpliera mis veintiún años.
Pero, había una cláusula que me dejó muy alterado, en ella decía que, si algo me ocurría antes de mis veintiún años, todo pasaría a distintas instituciones y que mi padre sólo tendría derecho a la casa y la fábrica ya que habían pertenecido a la familia de mi abuela. Recién en ese momento me di cuenta de que mi abuelo temía que me pudiera pasar algo, estoy seguro de que la falta de amor que sentía por mi padre se debía a que sabía de sus sentimientos y de lo que era capaz de hacer, él lo conocía muy bien.
Todo aquello era muy extraño, mi padre me pasaba una mensualidad para mis gastos y me decía que no tendría que trabajar mientras estaba estudiando y como era generosa esa mensualidad, jamás tuve que pedirle nada.
Aquél testamento me dejó pensando, ¿cuál era el motivo por el cual mi padre no podía quedarse con todo en caso de que a mí me sucediera algo? Y ¿Por qué tendría que ocurrirme algo?
Todo eso era muy raro y como no lo entendía y por supuesto no podía consultárselo a mi padre por los motivos que ya conocen, casi nunca hablábamos y nuestra relación era la misma, éramos dos extraños tuve que consultarlo con mi profesor de derecho, él sabría qué significaba ese testamento tan raro. Mi profesor me dijo que debería buscar en el pasado, que quizá allí encontraría la respuesta, pero que me cuidara.
A pesar de no quererlo, mi pasado se fue despertando en mí y con aquellos recuerdos el día que murió mi abuelo se hizo presente.
Recordé ese día con lujo de detalles y el espejo que aún sigue en la biblioteca me mostró algo que jamás hubiera imaginado.
Vi claramente a mi padre tomando de la mesita de luz el frasco de las gotas de mi abuelo y ponerlas en un vaso, parece mentira, a mis nueve años no hubiera entendido lo que estaba pasando, pero ahora a punto de cumplir mi mayoría de edad y ser un hombre, lo he comprendido, él mató a mi abuelo, a su propio padre y yo era testigo, aunque no lo supiera.
El terror se dibujó en mi rostro al ver entrar a mi padre y verme con el testamento en la mano, su rostro se tornó blanco, se llevó la mano al corazón y cayó al suelo sin darme tiempo a nada.
Mientras escribo esta carta, aún no se si algún día alguien la va a leer, sé que debería llevarla a las autoridades, pero también sé que después de tanto tiempo sería muy difícil comprobar aquello tan terrible y sería ensuciar el nombre no sólo de mi padre, sino también el de mi abuelo y el mío.
Esta carta se la voy a llevar al despacho de los abogados de la familia para que la guarden y si algún día después que muera, alguien que supuestamente bien puede ser algún hijo mío, la lee, sabrá qué hacer con ella. Mi pasado ha despertado y quiero empezar una nueva vida, en la que sólo guardaré el recuerdo de mi abuelo y trataré de volver a dormir el recuerdo de mi padre para que jamás vuelva a despertar por lo menos mientras vida. Luca Monterroso.
Omenia
16/4/2023
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