Mi olmo está floreciendo en pleno otoño, él es así, hace lo que quiere cuando quiere. A veces sospecho que solo quiere parecerse a mí.
Sobre una de sus frondosas ramas me encontraba reposando cuando escuché los pasos de alguien que se acercaba.
El hombre, de indefinida edad, se sentó bajo el olmo y se quitó los zapatos tras lo cual en su rostro se reflejó la sensación de alivio. Comenzó a masajear sus pies lentamente. Yo, curioso como siempre ante la presencia de cualquier extraño que circula por mi tejado comencé a observarlo.
- Psst… Psst… le chisté, y el tipo empezó a mirar hacia todos lados.
- Psst… Psst… ¡aquí arriba! Alzó su cabeza y por fin me vio,
- Debo estar muy mal para creer que un gato me chista y me llama,
- Pues no es así buen hombre, es mi costumbre preguntar a los viajeros por qué se sientan bajo mi olmo. Y de un salto el hombre se puso de pié y hurgó con su mirada a través del follaje tratando de encontrar a algún bromista que le estuviese jugando una pesada broma.
- Mal… estoy muy mal, me duelen los pies, me siento debajo de un árbol florecido en pleno otoño y un gato… me habla.
- Vea doño, sepa usted que los gatos hablamos cuando y con quien se nos canta, y ahora justamente es uno de esos momentos,
- Supongamos que no estoy soñando ni delirando ¿con quién tengo el gusto de hablar? ¿o es maullar?
- Salem me llamo, y no se haga el sarcástico que en eso no me gana nadie ¿y usted es…?
- Nadie, no soy nadie. Solo un simple hombre de a pié.
- ¡Ah! Usted es el famoso hombre de a pié del que todos hablan en la caja boba.
- ¿A sí? ¿Y quiénes son los que hablan de mí?
- Bueno, a ver… los periodistas de los noticieros y los políticos. Siempre los escucho decir cosas como “para que entienda el hombre de a pié”… Parece que, o lo subestiman o lo conocen muy bien, como si usted fuera algo así como… ¿cómo se lo digo para no ser chocante? ¡Ya sé! Como si usted fuese un idiota, un paparulo que no entiende nada de nada.
- ¿Eso dicen de mí?
- Eso mismo. Cada vez que lo nombran siempre agregan el “para que entienda”.
- ¿Los periodistas y los políticos?
- Ajá… y alguna que otra rubia devenida a vedette.
- Puta madre…
- No, a ella no se lo escuché decir nunca,
- Mirá gato, mejor me voy.
- ¡Buen viaje! Señor de a pié.
La verdad es que a mí no me pareció tan idiota o paparulo, en realidad más bien a mí me parece que los periodistas, políticos y alguna que otra rubia, se creen más de lo que son, más que cualquier hombre de a pié, que en definitiva si algo tiene claro, es que le da de comer a todos ellos.
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