Un pareja se anuncia a la entrada de un restaurant de lujo. El anfitrión, revisa la reservación y los lleva hasta su mesa. Ella se sienta justo frente a él en una postura de claro enfrentamiento. Él, se da cuenta pero y mira el reloj evitando el contacto visual que seguro terminaría en pelea. Ambos revisan sus mensajes en el celular, lo bloquean y dejan sobre la mesa. Revisan la carta y mientras lo hacen piden algo de beber. Ella tequila tradicional con refresco de toronja. Él, Whisky con un solo hielo. Es una pareja como cientos que visitan el lugar. No hay indicio de amor. A cada rato miran el celular, lo vigilan ansiosos de responder. No hay una charla. Si acaso, algunas preguntas de rutina con notoria incomodidad para responder. Al fin llegan las bebidas y con ello una palabra llena de gusto: “salud.”
Ambos saben que no queda mas vínculo que el saldo de la cuenta bancaria y a veces, el código postal.
– ¿Qué nos ha pasado?– pregunta él.
– Lo inevitable– responde ella.
– ¿Tienes a alguien?–
– ¿Acaso importa?–
– Solo seamos discretos, por cortesía–
– ¿seamos?–
– Tengamos un acuerdo, no tiene caso andar en boca de todos. Guardemos las formas–
Furiosa, ella le mira fijamente a los ojos, él no puede huir de la mirada, siente que le penetra hasta la verdad misma de su pensamiento. Ansioso, espera una señal de que ella tiene a alguien más. La duda le carcome no por celos sino por culpa. Al fin ella responde:
– Vamos a ordenar, ¿quieres?–
– Pero, ¿entonces?–
– ¿Entonces?!, mira Paco, cenemos en paz y cada quien sus canicas.
La velada termina en un hotel de paso. Ella disfruta del sexo y se siente más viva que nunca antes solo que … con sus propias canicas.
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