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Magia y deseo.

El día que falleció mi abuelo, fue uno de los más tristes días de mi vida.
Mi abuelo era un ser excepcional, muy inteligente, sabio como ninguno y me quería por sobre todas las cosas, quizá hasta más que a mi madre, su hija.
A pesar de que a ella también la quería pero creo que veía en mi al hijo que nunca tuvo además de ver mi entusiasmo por lo que él solía enseñarme.
Mi abuelo se llamaba José, don José como le decía la gente que frecuentaba su negocio de antiguedades, fundada por él hacía más de setenta años.
Siempre fue un hombre muy ordenado, desde que era un muchacho y su negocio creció tanto quizá debido a eso mismo, solía anotar en un cuaderno, que a medida que pasaban los años se fueron convirtiendo en muchos enormes cuadernos, la fecha, el lugar y el nombre de la persona a la que le compraba la mercadería, antiguedades de todas partes del mundo ya que él solía viajar y en cada viaje traer consigo objetos de lo más extraños con la condición que estuvieran en perfecto estado y funcionando si es que hubieran sido para tal o cuál fin.
Los fines de semana eran la gloria para mí, me iba a buscar a mi casa, ya que vivíamos por ese entonces en el campo, para que me quedara con él. Los viernes cuando llegaba la noche pasaba en su auto a recogerme para poder estar junto a él el sábado en la mañana muy temprano, al abrir el negocio y según decía, para que lo ayudara a atender a las muchas personas que buscaban algo original para regalar o regalarse.
Aprendí tanto de mi abuelo que sólo al recordar aquellos días y saber que ya no lo vería más, alguna lágrima aún resbala por mi mejilla.
Mi madre dejó la casa de campo para llevarme con ella a instalarnos en la casa de mi abuelo, mi padre hacía muchos años que se había ido, una enfermedad se lo llevó siendo yo, aún muy pequeño.
Ella sabía que debido al testamento dejado por su padre, tenía que ir a vivir a su casa y hacerse cargo del negocio que al fallecer ella, debía pasar a mi poder siempre y cuando siguiera trabajando en él.
El local era muy grande y yo lo conocía muy bien pero el sótano era mi lugar preferido, allí se podía ver cualquier cosa, y gracias a sus cuadernos mi madre supo qué era lo que estaba vendiendo, su procedencia y cuál era su función.
Muchos años mi madre atendió el negocio pero le llegó el momento de irse a ella también, tenía que hacerme cargo de seguir adelante solo, no me fue difícil, durante el tiempo que mi madre se ocupó de todo pude estudiar y recibirme.
Empecé por el sótano, sabía que encontraría cosas muy interesantes. Extraño mucho a mi madre y a mi abuelo que a pesar de que ya pasaron muchos años, aún los recuerdo como si fuera ayer.
Algo llamó mi atención mientras ponía todo en orden, un objeto muy extraño y a la vez lo más bello que haya visto jamás, quisiera poder describirlo correctamente pero no es fácil, parecía una lámpara pero su diseño era increíble, tenía, por supuesto un pie de bronce, el cable para poder enchufarla pero en ese momento no encontraba dónde podría estar la lamparita lo que me hizo dudar de si en realidad era una lámpara pero gracias a los cuadernos del abuelo, que tuve que revisar uno por uno, encontré lo que buscaba, era una lámpara mágica como la describió mi abuelo, y la lamparita estaba camuflada, por decirlo así por piedras talladas en forma de pétalos, esas piedras eran rubíes, esmeraldas y topacios que según decía el cuaderno había sido comprada el siglo pasado a una gitana en París que le había dicho a mi abuelo que la cuidara y si alguna vez deseaba algo completamente imposible, que se lo pidiera y que vería el resultado.
Descubrí una pequeña llavecita que tenía bajo el pie de la misma y con ella pude abrir algo que me dejó estupefacto, al girar la llave, las piedras comenzaron a abrirse de tal manera que formaron una flor con sus pétalos, dije que era casi imposible describirla y eso es muy cierto, pero imaginen una flor abierta en cuyo interior asomaba una pequeña lamparita que al enchufarla emitía una luz con los colores de las piedras que la formaban.
En ese momento creí ver a mi abuelo y lo sentía dándome consejos como lo hacía a menudo, no me asusté, al contrario, supe que él siempre estaría a mi lado.
Ese día subí la lámpara y la puse en la vidriera, no tenía ninguna intención de venderla pero quería que la gente pudiera observar algo tan hermoso. Además el precio de la misma sería prohibitivo para la gente del lugar.
Mucha gente vino al verla en la vidriera, todos deseaban comprarla, antes de cerrar el negocio la prendía y eso atraía a muchas personas y era excelente para el negocio.
Una tarde, un señor al que no había visto nunca, se acercó a la vidriera y me llamó, me dijo que me pagaría lo que pidiera por ese objeto tan hermoso a lo que le contesté que no estaba a la venta, que era muy apreciada por mí además de que también era muy cara. El hombre se fue pero volvió al día siguiente con una joven a la que no pude ver debido a que estaba con la cabeza cubierta por una gorra de lana muy gruesa y una bufanda que le tapaba el rostro casi por completo. La muchacha venía en silla de ruedas.
Me dijo que quería que su hija la viera porque estaba seguro que a ella le encantaría.
Se la mostré y la muchacha comenzó a llorar, el padre se la llevó y al día siguiente volvió para hablar conmigo.
Sabía que algo le ocurría y lo hice pasar cuando cerré el negocio y fue ahí cuando me contó lo que pasaba.
Su única hija estaba muy enferma y quería regalarle aquella lámpara para hacerla feliz el poco tiempo que le quedara de vida.
Me contó que ella había soñado muchas veces con el mismo sueño donde veía un objeto similar a esa lámpara y que al tenerla entre sus manos y pedirle que la curará, su mal se iría.
Tal era el convencimiento del hombre que no pude resistirme, le dije que no podía vendérsela pero que se la daría para que se la entregara a su hija. En ese momento pensé en lo que mi abuelo había escrito en el cuaderno y quizá hasta yo estaba hechizado por el poder de aquella lámpara y me imaginaba a mi abuelo a mi lado diciéndome que hacía lo correcto.
El padre de la muchacha, con lágrimas me tomó la mano diciéndome que haría que jamás lamentara lo que había hecho por su hija y se fue llevándose la lámpara.
Unos meses más tarde, conocí a una mujer muy hermosa de la cual me enamoré perdidamente, luego de algún tiempo me dijo que quería llevarme a su casa a conocer a su familia.
Un domingo, vino a buscarme para ir a cenar a su casa, le dije que yo podía ir en mi auto pero ella insistió en que quería venir a buscarme ya que hacía mucho tiempo que no manejaba, algo que le agradaba mucho pero que no hacía por distintos motivos pero que estaba dispuesta a volver a hacer.
Ya en su casa, una mujer nos abrió la puerta a la cual mi novia llamó mamá y cuál no sería mi sorpresa al ver sobre la chimenea, la lámpara encendida tan hermosa como siempre y con sus pétalos abiertos, quedé paralizado pero al instante apareció el padre de la joven que al verme vino hacia mí con los brazos extendidos, al instante comprendí que aquella era la misma muchacha a la que le había dado la lámpara su padre, el hombre igual que la vez que se llevó la lámpara dejaba asomar alguna lágrima por sus mejillas pero esta vez eran de felicidad.
No podía creer lo que estaba sucediendo, me contó que su hija al tocar la lámpara había pedido con toda su alma curarse de la terrible enfermedad que sufría desde hacía años y que al igual que sucedía en sus sueños le devolviera la vida que casi se le escapaba de sus manos.
Lo demás es fácil de imaginar, la lámpara, como escribiera mi abuelo es mágica, aunque yo creo que la magia está en el poder del deseo de curarse de la que hoy es mi esposa.
La lámpara volvió a su lugar, creo que jamás la venderé ahora está resguardada por una campana de cristal donde todos puedan verla aunque jamás sabrán su historia.
En mi suegro reconozco algo de mi abuelo al verlo jugar con mi hijo y enseñarle todo lo bueno de la vida. Mi hijo tiene suerte de tener no solo un abuelo que lo adora sino una abuela y yo me siento el hombre más dichoso del mundo.
Omenia 10/5/2021


Texto agregado el 08-04-2023, y leído por 97 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
15-04-2023 Siempre admiré Omenia, tu imaginación prodigiosa y hoy tu texto avala mi sentir. Te aseguro que estuve a tu lado tratando de descubrir la lámpara, me maravillé con sus piedras preciosas y cómo se abrían, cada momento del cuento, lo viví. Me encantó! MujerDiosa
08-04-2023 —Recuerdo la lectura de este cuento y para ser consecuente con aquella lectura, con las mismas palabras repito aquí el mismo comentario: "Además de los sentimientos que tan bien describes me conmueve el relato propiamente tal, pienso que debe ser por que nunca conocí abuelos, por ello siento que Don José me entrega un poco de esa magia y ese cariño que no tuve." —Hoy va un nuevo abrazo. vicenterreramarquez
 
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