La lluvia será de mar.
Inundará todos los surcos de la piel y
salará esa dulzura inhabitada,
amarrocada,
no revelada.
La lluvia será de espejo.
Y reflejará tu cara asustada.
Te devolverá con creces,
aquello que duerme, en el pozo de tu mano.
La lluvia será de luz.
Y no escatimará en hacer resplandecer
eso, agazapado, mudo,
y que sin embargo intuyes.
La lluvia será de serpentina.
Y bailará, bailará, bailará,
y hará melodías con nuestra risa,
y envolverá nuestras piernas
y nos hará rodar hasta nacer,
hasta temblar.
Pero la lluvia también será de estaca.
Y nos clavará al presente,
aunque sigamos tercos,
por ir al futuro.
O, peor aún,
aunque nos desintegremos, idiotas,
por regresar al pasado.
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