—Tía, ¡tengo novio!
—Halaaa, ¿y cómo es?
—Es una monada. Es muy guapo, pero, vamos, tampoco tan guapo que digas: se pasa de guapo, ¿sabes?
—¡Mejor!
—Y es muy inteligente, pero también puede ser el más tonto del mundo.
—Ja, ja, ¡te pega mogollón!
—Es supergracioso, pero, oye, si hay que ponerse serio se pone serio.
—Como tiene que ser.
—Y es cariñosísimo, pero sin ser empalagoso.
—Menos mal.
—Y me pone mirando a Cuenca todas las noches, pero también es muy espiritual.
—¡Me encanta!
—Y está supermazado, pero con su barriguita cervecera. Y es alto, pero también un poco bajo. Y es blanco, pero también es negro. ¿Sabes lo que te quiero decir?
—Claro, es lo que ando buscando toda mi vida…
—Tú tranquila, que lo encontrarás. El día que dejes de buscarlo, lo encontrarás.
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