Los mitos metafísicos
Jober Rocha
La idea de escribir este texto surgió durante una conversación con un niño de nueve años que me hizo una pregunta y, para responderla, tuve que usar un poco de imaginación; lo que acabó dando pie a la idea de escribir algo sobre tan interesante tema.
Para que pueda ser entendido de manera inteligible e idéntica por todos mis estimados lectores, definiré inicialmente los significados de las palabras principales que se utilizarán en este texto.
Como puede verse el término Mito consiste en una narración de carácter simbólico e imaginario (Imagerismo constituido por estructuras abstractas y genéricas surgidas de la dinámica de la imagen y caracterizadas por la observación humana); es decir, el mito no es una realidad independiente, sino que evoluciona con las condiciones históricas y étnicas relacionadas con una determinada cultura, que busca explicar y demostrar, a través de la acción y forma de ser de los personajes, el origen de las cosas. Así, sería correcto decir que el mito depende del tiempo y del espacio para existir y ser entendido.
La Metafísica, a su vez, constituye una disciplina de la Filosofía y se ocupa de los problemas centrales de la filosofía teórica y constituye un intento de describir los fundamentos, condiciones, leyes, estructura básica, causas o principios (así como como sentido y finalidad) de la realidad en su conjunto o de los seres en general.
La metafísica se distingue, pues, de las ciencias particulares por el objeto de que se ocupa, es decir, el ser en su totalidad, y, además, por ser una investigación a priori.
En Metafísica se tratan algunos problemas importantes, entre los que destacan los de Necesidad y Contingencia. Algo necesario es lo que es verdadero por necesidad. Algo contingente es aquello que puede clasificarse como verdadero o no, según las contingencias o las oportunidades.
Karma, por su parte, es una palabra presente en diversas culturas y religiones, como el budismo, el hinduismo y el espiritismo, que expresa un concepto metafísico. Para hacer un paralelo con la Ciencia, sería como la famosa ley física de acción y reacción. Traduciendo esto al campo espiritual, significa que todas las actitudes de un individuo generarían consecuencias, en esta o en otras vidas futuras.
La llamada Ley del Karma, también conocida como justicia celestial, obraría de tal manera que todo el bien o todo el mal que, eventualmente,
hayamos hecho en una de nuestras vidas nos traerá consecuencias, buenas o malas, en otra vida, ya sea en esta misma o en futuras existencias que inevitablemente tendríamos.
El Karma, tal como se sitúa dentro del campo de estudio de la Metafísica, está sujeto, por tanto, a los aspectos de necesidad y contingencia; además de que no es, según la definición de mito ya citada más arriba, 'una realidad independiente, sino algo que evoluciona con las condiciones históricas y étnicas relacionadas con una determinada cultura que busca explicar y demostrar, a través de la acción y el modo de ser de los personajes, el origen de las cosas'.
La existencia del karma, a pesar de que gran parte de la población mundial cree en él, aún está por demostrar; razón por la cual consiste, hasta entonces, sólo en una especulación propagada por algunas religiones.
Sin embargo, inicialmente analizaré el fenómeno del karma, considerado por mí como un mito metafísico, en términos de su necesidad.
Es evidente que toda acción física que realicemos tendrá una o más consecuencias físicas. También puede tener una o más consecuencias espirituales, por supuesto, siempre que el espíritu realmente exista. Si el espíritu existe, entonces sería necesario que reencarne, al menos, una vez más para que los efectos del karma eventualmente existente estén presentes.
Ningún ser humano vivo, sin embargo, posee al nacer y durante la duración de su existencia, conocimientos conscientes, memorias o recuerdos de una vida anterior (a menos que esté sujeto al proceso de regresión hipnótica, regresión que, aunque realizada normalmente por profesionales en el áreas de la psicología y del hipnotismo, no ofrece evidencia concreta de que sea un verdadero fenómeno metafísico y no solo una creación mental del paciente, cuando es sugerido por la mente del hipnotizador).
Asumiendo, por tanto, la necesidad del karma, podemos cuestionar la razón de su total ignorancia por parte del espíritu cuando encarna. ¿Qué hice tan bien o tan mal, en una existencia pasada, que en esta vida actual tengo la desgracia de necesitar pagar con sufrimiento y vicisitudes o la dicha de recibir con placer, deleite y goce, sin ningún conocimiento previo de lo que hice en otra existencia para merecer uno u otro?
Las leyes y los marcos legales que se ocupan de los delitos y penas en nuestro planeta prevén que todos aquellos que cometen delitos y tienen que pagar por ellos sepan por qué delitos están siendo acusados y condenados. Es este conocimiento previo de los motivos de la pena el que permite al reo castigado arrepentirse y/o no volver a cometer el mismo delito.
Por tanto, si el karma fuera necesario, ciertamente, para que fuera algo constructivo y perteneciente a una supuesta justicia divina, sería necesario que el ser humano conociera, de antemano y conscientemente, las razones de
vicisitudes o bendiciones que, necesariamente, tendría que atravesar en su existencia actual. Esto, sin embargo, no sucede. Por tanto, la afirmación de que un ser humano que hoy padece enfermedades físicas y mentales, necesidades y privaciones de todo tipo, problemas de carácter familiar y afectivo, adicciones, etc., o que, por el contrario, es hoy rico, feliz y poderoso, debe este sufrimiento o esta felicidad a algo que realizó en otra vida, no tiene apoyo, a mi modo de ver, en la hipótesis de la necesidad.
Analizando la idea de karma desde el aspecto de contingencia, podemos observar que es, evidentemente, un mecanismo auxiliar y sustentador de leyes y aparatos coercitivos legales e institucionales, vigentes en todos los países del planeta, de la misma forma como actúan también las ideas del pecado, del cielo y del infierno, en el sentido de mantener al ser humano siempre bajo el control de las autoridades y temeroso de lo que eventualmente pudiera sucederle a su espíritu, luego de cruzar la línea que separa los territorios de la vida y la muerte. Como vimos antes, no todo lo contingente es verdadero; pero, como su nombre lo indica, responde a las contingencias de tiempo y espacio. Esta concepción, por tanto, ha sido útil hasta nuestros días, en la medida en que responde a necesidades religiosas y políticas, dictadas por la coacción pacífica o por la servidumbre consentida de los individuos.
Si el espíritu no existe, en cambio, no tendría sentido hablar de karma; pues las acciones físicas de los seres humanos sólo tendrían consecuencias físicas, similares a las que ocurren cuando las patas de los caballos pisotean las flores y plantas de los prados o cuando la manada de leones hambrientos busca antílopes y cebras para alimentarse, en las llanuras africanas.
Otra hipótesis, que propongo aquí, sin embargo, como punto de partida para una posible nueva discusión sobre el tema, es que la Teoría de la Selección Natural, propuesta por Darwin para la evolución de las especies en un universo material dimensional, también podría estar vigente con respecto a los espíritus, en un universo etéreo multidimensional, esto es, el multiverso.
La única garantía que tenemos en este momento (y que garantizan tanto la Ciencia como la Filosofía actual) es que la materia, en sus más pequeñas divisiones como son los átomos y sus subdivisiones, es eterna y ha existido siempre. En lo que se refiere al espíritu, las hipótesis planteadas, acerca de su existencia y eternidad, han sido objeto de la Filosofía y de la Religión; pero nunca han sido probados o admitidos por la Ciencia. Los espíritus, si existieran, podrían, por tanto, en teoría, no ser eternos como la materia, contrariamente a lo que siempre han postulado las religiones; porque estas se ven a sí mismos como intermediarias de las relaciones eternas entre el Creador y las almas de las criaturas, mientras que las instituciones humanas son vistas por ellos como seculares.
Así, la hipótesis de la selección natural entre espíritus (si es que ellos realmente existen), selección que ahora imagino sólo para provocar discusión, podría darse, según pienso, por la necesidad de supervivencia y adaptación de estos espíritus al medio etéreo y multidimensional donde
habitan. Mediante ella serían los espíritus más adaptados los únicos que persistirían; por lo tanto, en el ambiente etéreo o en la dimensión espiritual en que ellos habitarían. Los espíritus con características más adecuadas para existir en un entorno dado, por lo tanto, tendrían más probabilidades de sobrevivir en ese entorno y multiplicarse (¿quién sabe si los espíritus no podrían, como espíritus, multiplicarse?).
Aquellos espíritus menos aptos para el medio etéreo reencarnarían y, si no alcanzaran, mediante la encarnación, las características evolutivas requeridas, podrían ser eliminados (quién sabe si esto no sería parte de un mecanismo similar al que rige para los cuerpos físicos?). Les recuerdo a todos los lectores tres de las siete leyes de Hermes Trismegistus, contenidas en Le Kaibalion, publicado en 1908:
1. El todo es mente; el universo es mental.
2. Lo de arriba es como lo de abajo; y lo de abajo es como lo de arriba.
3. Todo es doble; todo tiene polos; todo tiene su opuesto; lo igual y lo desigual son la misma cosa; los opuestos son idénticos en naturaleza pero diferentes en grados; Los extremos se encuentran; todas las verdades son verdades a medias; todas las paradojas pueden reconciliarse.
Si el todo es mente y el universo es mental, pueden coexistir infinitas realidades entre todas las formas de vida, material y espiritual, que puedan existir. Si lo de arriba es como lo de abajo, no hay razón para suponer que las leyes que gobiernan la vida material son diferentes de las que gobiernan la vida espiritual.
Si todas las verdades son verdades a medias y si las paradojas pueden reconciliarse, el cuerpo y el espíritu, la vida y la muerte, el pasado y el futuro, sólo pueden ser caras diferentes de una misma moneda cuyo valor y fabricante desconocemos.
Verán, mis queridos lectores, que las ideas dominantes actuales sobre la existencia de los espíritus y su inmortalidad son solo consideraciones filosóficas y religiosas, no científicas. Así, las ventajosas características virtuosas de ciertos espíritus, en una población espiritual, teóricamente, podrían transmitirse a la siguiente generación a través de cambios evolutivos, en un mecanismo similar al descubierto por el insigne investigador y naturalista Charles Darwin.
Los espíritus menos adaptados a la vida etérea podrían ser aquellos que necesitarían reencarnar en el universo material para evolucionar y, eventualmente, al no alcanzar su objetivo, podrían ser eliminados, haciendo cada vez más rara una característica espiritual desventajosa. ¿Quién podría decir con certeza, sin tratar sólo con meras especulaciones, cómo sucederían las cosas en el plano espiritual?
Observen, queridos lectores, que en términos de ideas, todo es posible. Esta posibilidad es tan plausible como cualquier otra, siempre que estén todas en el terreno de las ideas y cuando la verdad nos sea totalmente desconocida.
Ocurre que, desde la más remota antigüedad, la Filosofía y la Religión, que tienen en sus fundamentos la Ideología, abrazan las hipótesis que más les benefician. Por eso, en la actualidad, en occidente y oriente, capitalistas, para gran parte de la población, el espíritu existe, es inmortal, se encarna una o sucesivas veces y busca siempre la superación, que dependerá de las virtudes y del buen carácter de aquellos seres humanos en los que, eventualmente, los espíritus se instalaron y se convirtieron en almas.
Las almas de los individuos que no se ajustaron a las leyes y buenas costumbres; es decir, aquellos que no evolucionaron espiritualmente, se verían por lo tanto obligados a desencarnar para luego regresar en otras vidas a fin de buscar cumplir nuevamente, o al menos volver a intentar, esas misiones suyas inconclusas.
Evidentemente para el Creador que todo lo puede hacer, la necesidad que tendría cualquier espíritu creado por Él, de reencarnar en un cuerpo material para tratar de evolucionar espiritualmente (meta que el espíritu no habría podido alcanzar en encarnaciones anteriores) sería totalmente prescindible. Formular esta hipótesis, pues, a mi humilde modo de verla, sería incluso desconocer la capacidad creadora del Ser que todo lo puede. Como establece la primera ley de Kaibalion, el universo es mental; por tanto, la llamada evolución espiritual, si fuera realmente algo necesario, prescindiría de la obligación de encarnar al espíritu en algún universo material.
En los países, tanto occidentales como orientales, dominados por la ideología marxista (donde las religiones son consideradas como el opio de los pueblos y, por tanto, tienen sus actividades restringidas), que viven en regímenes comunistas ateos, las poblaciones no tienen, creo, estas preocupaciones de orden Metafísico.
En estos países, los individuos respetan las leyes, las costumbres y las instituciones, simplemente por sus propias convicciones o porque temen la actuación eficiente, violenta e implacable de la policía política y los organismos de seguridad del Estado, aplicada a personas refractarias.
Sintetizando todo lo dicho, creo que la Metafísica, hoy en día, está plagada de mitos que alimentan a las Religiones y hasta a la propia Filosofía, de la que forma parte. También creo que para criaturas finitas, mortales y limitadas como los seres humanos (que habitan un pequeño planeta en un pequeño sistema solar, en un universo infinito, inconmensurable y eterno, que es parte de un conjunto infinito de universos infinitos), el probabilidad de que, algún día, lleguemos a comprender la Metafísica de la existencia de la vida, en la forma que nos gustaría, se reduce a cero.
Como decía Voltaire en su obra El Filósofo Ignorante: ¡Me detengo cuando falla mi antorcha!
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