Con estos ojos negros la quedé mirando. El reflejo de la luz le puso pupilas al par de aceitunas de huasco que son mis ojos. Mientras duramos le compré berlines con salsa pastelera. Ahora ya ni me mira; ahora me ignora y de seguro duerme con otro. Mientras la puteo el agua de la ducha escurre por mi cara. De pura rabia mastico los labios; me hago doler. Nuestro romance duró desde Copiapó a Caldera. Una hora de viaje en bus. Mientras miraba por la ventana hacia el valle, ella llegó a sentarse a mi lado. Vi su cara cuando el sobrecargo cortó mi boleto. De allí no dejé de contemplarla a través de la pantalla del vidrio. Ella se puso a rozar mi pierna con la suya. Yo me hice el dormido hasta que se me levantó el bulto. Estoy seguro que luego tocó mi mano. En el peaje me compré unos dulces de La Ligua. Para quedar de caballero le obsequié un berlín y luego otro. Cuando iba a preguntar su nombre de pronto se puso de pie y caminó por el pasillo de la máquina hasta perderse en la puerta de bajada. No alcancé a decirle ni chao cuando el bus volvió a retomar la marcha. Ahora la extraño, ahora no puedo vivir sin ella, ahora los días son noches. Hace un rato llegué a mi casa. Me vine caminando del terminal rodoviario a chuchadas con mi sombra. Para aquietar el amargo me metí en la ducha. Guardé la colilla del boleto para recordarla para siempre. Ahora la extraño y no puedo vivir sin ella; aunque haya jugado con mis sentimientos la sigo amando. Ahora mismo en la ducha me mansturbo con su recuerdo; estoy seguro que jamás la olvidaré. Nunca. Never. El shampoo me hace picar los ojos y disimular el llanto.