Si puedes seguir creyendo en ti mismo cuando todos piensan que ya estás algo senil.
Si puedes hacer de la espera un descanso, mientras otros se agitan y rebelan.
Si siendo engañado no te enojas ni respondes con reproches.
Si alguien te desdeña no le pagas con desdén
y no por eso te reputas ni bueno ni muy inteligente.
Si puedes soñar y comprender tus carencias.
Si puedes no obsesionarte por obtener algo.
Si tanto el triunfo como el fracaso los vives sin exaltarte y los tratas de la misma manera.
Si ves como pierden valor las cosas que antes creías importantes.
Si aceptas los cambios sin insistir con amargura en lo que tenías por válido y que hoy es obsoleto.
Si puedes contar tus bienes y aunque escasos, piensas que son demasiados.
Si te ocupas de tu cuerpo y lo escuchas y te mantienes alerta a sus avisos.
Si te conservas activa y tratas siempre de producir algo con tu mente y con tus manos.
Si mantienes los miedos normales de tu edad dentro de lo razonable.
Si llegas a hacer de tu soledad un refugio y no una prisión y comprendes que tú eres tu mejor compañía, conocerás la paz de la mente.

Y si haciendo todo esto no dejas de dar amor a los que te rodean, serás una anciana dichosa, amiga mia.