Todos tenemos un número que nos conecta con lo profundo de nuestro ser. Tenemos las fechas de nuestro nacimiento, las de nuestros seres queridos y algunos teléfonos que se mantienen en nuestra mente y que saltan de manera espontánea cuando son requeridos. Pero hay cifras que a pesar de que no queramos, hacen una abrupta aparición para recordarnos que son importantes para nosotros. Que estando en lo más profundo de nuestra conciencia, en hondonadas cerebrales y en apariencia desconectadas de las sinapsis neuronales, las podemos evocar sin que nos cueste trabajo. Quizás esos números están ahí esperando, agazapados, para decirnos que siguen merodeando en el cerebro y reflejando a esa persona que encaja con aquellos como una llave mágica. Y basta un hecho menor para que den un paso adelanté y te ponga en evidencia y refriegue en tu propia cara que las cosas no son como quieres que sean, sino que ellas te superan y te enrostran tus más claros deseos. No es un hecho que puedas calcular, no es una situación sobre la que tengas el control.
Pero un día cuando hacías arreglos para volver con tu marido tras años de separación y luego de romper con aquel que no quieres mencionar, rellenas un formulario en un hospital donde llevas a uno de tus hijos. Pero escribes, alucinada, alelada, despreocupada, el DNI de aquel que te había robado la razón.
Su número estaba ahí. Lo sabías de memoria. Quizás habías hecho esfuerzos para ocultarlo, y no mencionarlo en voz alta pues reverberaba con fuerza en tu interior. Pero cuando estabas frente a la póliza de salud, fue el primer número que saltó desde tu mente y se escurre por tu brazo que te cogía el padre de tu hijo. Fue el que deseabas escribir, el que mantienes en tu ser como algo ligado a tu persona. Probablemente deseabas escribirlo una y otra vez como un conjuro para que volviera en persona, pues en cada cifra de ese DNI veías una parte de él. Hay números que nos persiguen toda la vida, que no podemos evitar y que se manifiestan como mundos paralelos. Nos dicen esto es lo que quiero, acá está mi camino. Y ese DNI abruptamente aparecido en el lugar menos pensado, pervivirá mientras resuene la última célula de tu ser. Y si tienes la oportunidad de inscribirlo en tu mortaja, es factible que te acompañe mucho más allá del término de tus días.
Tu ex marido se marcha desajustado, desmoronado por las evidencias y vivencias que no quiere rememorar. Ahora está ese número mostrando cuán presente está aquel al que representa.
Los números son exactos y su falta de olvidó, no significa otra cosa que su evocación permanente, su uso acaso diario, como los números recurrentes que usamos para probar suerte en la Lotería, como los salmos y mantras religiosos. Esos ocho números recorren tu mente, tu cuerpo y te asignan un lugar en el espacio tiempo, un lugar perdido, lóbrego quizás, pero fértil si él estuviera acá nuevamente. |