Despierto por la mañana, aún adormilado me dirijo al baño para enjuagarme la cara y espabilarme. Miro hacia el espejo que está frente al lavabo y ahí está, es un rostro de ojos hundidos, mejillas pálidas y facciones semi borrosas. Me asusto al verlo, porque lo natural es que el espejo refleje mi imagen, pero el que está mirándome desde el espejo no soy yo. Aquel rostro está expectante, como si esperara para ver mi reacción. Le hablo con temor.
- ¿Quién eres?
No responde, solo se sonríe levemente.
- ¿Quién eres? – repito.
- Soy tu fantasma.
- Mientes. Si fueras mi fantasma, debería yo estar muerto.
- No todo es tan simple como estar vivo o muerto. Ser real o no serlo.
- ¿Tú eres real?
- Estoy hablando contigo.
- Eso no prueba nada, puedo estar imaginándote.
- No me imaginas. Tú me has creado.
- ¿Cómo es eso? En ningún momento he deseado que aparezcas.
- En tu sueño reciente, tu inconsciente lo ha hecho. Sabes bien que eres un soñador que va más allá del soñador común.
- Entonces, ¿sigo dormido y soñando?
- No, estás despierto y consciente.
- Ya no quiero verte, deseo que desaparezcas.
- Lo haré, pero tú seguirás creando cosas o seres mientras no dejes de fantasmear, perdón, de fantasear. Adiós.
Quise responder, pero el rostro en el espejo que decía ser mi fantasma comenzó a diluirse hasta desaparecer.
Sigo soñando, me dije, todo ha sido mi imaginación. ¿O no?
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