Corazón alegre
de ansiedad desbordada,
en una calurosa tarde
de frescura anhelada.


Sombra de vestidor
que deshace las ganas
y eriza la piel
con caricias
de agua helada.


Flota el olor a humedad
clínicamente higienizado
con fragantes toques
de cloro perfumado.


Aún vivo de pequeño
en el enorme mundo.
Camino descalzo
con las plantas de los pies
extendidas a la frescura
del áspero cemento.


Los pasos se estrechan
y los deseos se estiran.
Agua de reflejos celestes
y destellos de oro.


Juegan desprendidas las hojas
de los pequeños arbustos,
en el respiro apresurado
del persistente ahogo.


Un aventurero nado supervisado
de borde a borde repetido.
La profundidad que no alcanzan
los pequeños pies agitados.
La voz en el recuerdo
que canta lejanía.


Tendido sobre el suelo
a metros de carcajadas.
Atrapado entre chapuzones
y gritos cargados de agua.


Recuerdo de temblores
sobre el suelo mojado.
Salpicaduras de agua
de impertinentes zambullidas.


La tirantez en la piel
que se contrae lustrosa
bajo los caniculares
rayos de una luz hermosa.


Aún visto el pantaloncillo,
de celeste encendido,
que se invisibilizaba
en el fondo iluminado.
Tintes de juegos de niños
en celestes sueños
sumergidos.