Aquel año cayó en sábado el catorce de Febrero, pero fue por casualidad. Y lo nuestro empezó de la forma más peregrina que imaginarse pueda. O de una manera lo bastante como para reseñarla aquí.
Salí de casa de mi tía- estaba en un internado y me quedaba allí por fines de semana alternos- ya anocheciendo. Ella me esperaba aterida de frío en un parquecillo cercano. Y la conversación discurrió así- tamizada por los lejanos recuerdos, claro.
- Hola.
(No, creo que ni siquiera dije hola)
- Y los apuntes de Lengua- debí decir, así, a tenazón. A qué crees que he venido. A verte a ti- siempre interrogativamente. Te has olvidado los apuntes de Lengua- pregunté afirmando, ya abiertamente.
Ni siquiera me impresionó que aterida de frío estuviera sentada en aquel banco con la cara enrojecida, de puro frío, resbalándosele la moquita por la punta de la nariz.
Y me di la vuelta con la idea de regresarme a la casa de mi tía- que pillaba cerca, por cierto, y tenía la estufa puesta.
- Ven aquí, apuntes de lengua- dijo casi gritando.
Y se abrió el abrigo y extrajo una carpeta de plástico roja- como su cara.
La autenticidad de la infancia. Si es hoy ni la saca. Lo cierto era, que la chica tomaba unos apuntes fidedignos- diría hoy. Y con una caligrafía perfecta.
Ya con los apuntes me vi obligado a dilatar un poco la entrevista. No sé por qué había hecho pellas aquel día. No acostumbraba a hacerlas. El caso es que me había perdido “el campo semántico” por ello. Posiblemente hubiera ido a acompañar a Javi a ver a su abuelo al hospital. Algunas veces lo hacía por aquellos tiempos. Y no era que su abuelo fuera médico, si no que el hombre se estaba muriendo. Quizá fuera otra la razón, pero el caso es que me había perdido el deleite con que el profesor de Lengua nos obsequiaba. Y lo digo sin ironía. Sus clases estaban llenas de erudición, e incluso de chistes. Y no eran malos.
- Ya veo para qué me quieres- o algo parecido; posiblemente no fueran las mismas palabras.
La chica era un amor, pero uno por aquel tiempo era más sincero- ella, a lo mejor no lo hubiera querido tanto-, que enamoradizo. Ya con los apuntes creo que nos fuimos a tomar unas cañas, a donde nos dejaran. Éramos más de cañas que de cafés, creo recordar. Al menos yo. No en todos los sitios nos las servían. También éramos más niños de lo que nosotros nos considerábamos, por lo que era normal que así lo hicieran.
Metidos en faena cervecera- al menos yo, como digo-, creo recordar que me lo dijo.

- Hoy es catorce de Febrero.
- Y mañana quince. Y lo dije sin ningún tipo de ironía.
- Pues devuélveme los apuntes- contestó muy seriamente.
Lo cierto es que ni sabía yo que se celebraba aquel día conmemoración amatoria alguna, ni sabía tampoco de cupidos ni de enamorados y mucho menos de flechas. Pero al parecer ella sí. El caso es que le devolví los apuntes. El resto de la tarde lo pasamos dando vueltas por ahí. Sólo teníamos para unas cañas.

Mucho tiempo después nos encontramos por casualidad y nos sentamos a tomar otras. Ahora ya sin prevención alguna. Y me recordó la anécdota. Con la misma cara de frío.
https://youtu.be/enup62u1LEk