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Somos fuertes parte 17

Israel habló con Flavio, quería un consejo. El joven médico le dijo que su papá no es tan malo como parece. Decidió no buscarla más. Israel habló con su familia y les dijo que le pediría a Medina que fuera a la casa para hablar con su abuela. Fue difícil tener que presentarse en la casa del médico.
Israel tocó el timbre del departamento.
-Un segundo – gritó Medina. Abrió la puerta – Israel ¿Qué haces aquí? Perdón, pasa.
-Gracias.
El departamento de Medina es pequeño y modesto. Tiene dos sillones, una televisión. Una cocina muy pequeña. Dos puertas estaban en un pasillo. Era una casa muy austera.
- ¿Pasó algo? – preguntó preocupado.
-No – dijo – en realidad sí. Es mi abuela. Nunca la había visto tan mal. Nunca pensé que diría esto, pero necesito que hable con ella. Es la única abuela que he tenido y no me gusta verla así.
- ¿Qué puedo hacer? Ella no responde mis mensajes.
-La escuché hablando acerca de usted. Algo tiene – lo señaló – le movió el mundo cuando lo conoció.
-Está bien.
-Será el sábado. Saldremos. Aprovecharé que salgo a las tres del hospital.
-Bien. Ahí estaré.
Como lo acordaron, Medina estaba a las tres en la casa de la familia. Clara no sabía nada. Estaba acostada en su cama. Todos salieron y se metieron al carro menos Israel.
El nieto mayor le pidió a su abuela que saliera de su cuarto.
- ¿Para qué quieres que salga?
-Ven. Tengo algo que decirte.
La mujer salió del cuarto y lo vio en la sala. Unas hermosas rosas en la mano acompañaban al médico. Israel salió de la casa y los dejó solos.
-Tiene días que no recibes mis llamadas.
-Váyase. No tenemos nada de qué hablar. Estas cosas de chamaquitos ya no son para mí. Hay edades.
-El amor no tiene edad. Desde que te vi me sentí atraído por ti. Yo también he creído que soy viejo para sentir esto. Tengo muchos años solo. La mamá de Flavio tiene más de veinte años que murió. Pero si crees que soy una molestia para ti, me voy.
El hombre dejó las flores en la mesa y abrió la puerta.
-No te vayas – pronunció la mujer mayor – puedo preparar café.
Con el tiempo, Clara y Medina comenzaron a salir. Medina invitaba a bailar danzón a Clara. Se iba a comer. Tomaban café, disfrutaban de las cosas pequeñas. Vivían tranquilamente.
La que quería estar tranquila era Nuria. Le daba vueltas y vueltas al tema. Fue a buscar a su hermano. Necesitaba hablar con él.
Lejos, en una colonia cualquiera, se quedaron de ver para hablar. Le pidió a su abogado que la acompañara.
- ¿Para qué me llamaste? – preguntó Gonzalo. Nuria le soltó una bofetada.
-Ese dolor no se compara con el dolor que sentí cuando me corrieron de la casa y tú no hiciste nada. Ese dolor no se compara con la angustia que sentí cuando mi hija desapareció. Te salvé el pellejo porque sé que alguien como tú no sobreviviría ahí – le dijo llorando - Nunca pensé que llegaras a tanto, que tu odio sea tan grande. Yo tampoco pedí tener a los padres que me tocaron.
-Me equivoque.
-¿Sabes qué? No quiero verte nunca más. No cabe en mi cabeza la idea de que mi propio hermano me haya hecho eso. Terminaste por destrozar lo poco que sentía por ti, mi hermano. Quisiera odiarte, quisiera que todo el mundo se te viniera encima, pero no se puede porque yo no soy como ellos.
-Escúchame.
- ¡Cállate! No tengo nada que escucharte. Lo único que quiero es que desaparezcas de mi vida. No quiero que te vuelvas a acercar a mi familia.
Le dijo a su hermano.
- ¡Vete a la mierda!
Concluyó la mujer.

Continuará…

Texto agregado el 11-02-2023, y leído por 38 visitantes. (0 votos)


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