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La vieja locomotora de mi pueblo.

Hasta la estación de trenes que aún existía en mi pueblo, llegaba la vieja locomotora con sus vagones de hierro repletos de mercadería que debido a que era el único medio disponible para entregar insumos de todo tipo que venían de ciudades más grande hasta nuestro pueblo, aún se utilizaba y cuando por razones diferentes, que eran muchas, llegaba retrasada, nadie abría la boca, todos sabíamos que le quedaba poco tiempo y nadie quería despedirse de ella.
El antiguo maquinista la seguía manteniendo con todo el carbón que necesitaba ya que era muy pero muy vieja, quizá tan vieja como el pueblo y por eso sus retrasos eran perdonables.
En mi pueblo no llegaban los automóviles, ni viejos ni modernos, nadie fuera de allí se atrevía a entrar en él, los caminos eran intransitables y con justa razón el poseedor de algún vehículo lo cuidaba, aunque eso significara no usarlos para no estropearlos.
La vieja locomotora se encargaba de repartir las compras de los feligreses, de pueblo en pueblo donde gracias al Internet, las compras se hacían y se recogían en las distintas estaciones.
Debo aclararles que mi pueblo es muy viejo, aunque no así sus habitantes, todos son granjeros, arroceros y hasta médicos y abogados que luego de haber estudiado volvían a él. Con esto quiero decir que no es un pueblo de ignorantes, muy por el contrario, nuestra gente es muy culta.
Quizá piensen que a pesar de ser tan cultos a nadie se le ocurrió hacer calles y caminos y si, muchas veces lo pensé, pero cada vez que alguien proponía un arreglo, al día siguiente ya se había olvidado y todo seguía tal cual estaba.
Cierto día la locomotora que también traía pasajeros se demoró más de lo esperado, era una noche muy fría y justamente esa noche llegaba el nuevo alcalde, podrán imaginarse la inquietud que sentía el pueblo, por más que trataron de llamar al viejo maquinista, todo era inútil, el hombre a sus noventa años no oía jamás su celular y esto también era perdonable, ¿Quién manejaría la locomotora si él no estaba? Ninguno de los habitantes había manejado jamás una locomotora, no había más remedio que esperar.
Luego de dos horas de retraso a lo lejos se ve el humo y se siente el ruido de las vías, eso tranquilizó a todo el pueblo que temía lo peor.
Al llegar a la estación, el nuevo Alcalde desciende muy alegre, saludando a todos y siendo correspondido con Viva el nuevo Alcalde!
Tras él, el viejo maquinista contestaba a las preguntas de la gente sobre la demora a lo que el hombre contestó que no se preocuparan, la señora del Alcalde adelantó su parto y él tuvo que hacer las veces de partera y por tal motivo tuvieron que detener la locomotora.
Muy felices, el flamante padre, la alegre madre y una hermosa niña saludaban desde la ventanilla de uno de los vagones a todo el pueblo.
Con mucho trabajo llegó la ambulancia, pero llegó al fin para llevar a la madre y a la recién nacida al hospital más cercano, simplemente por precaución ya que todo había salido a la perfección.
Don Farías, el veterano maquinista era el más emocionado, todos le preguntaban por lo acontecido y él muy ufano les contestaba que no era nada, cuando no iba en su locomotora era granjero y no era la primera que vez que traía un ser a este mundo, sin ir más lejos, una semana antes su vaca había dado a luz, con su ayuda a un hermoso ternero.
Todos le preguntaron si el Alcalde lo había ayudado a lo que sonrojándose contestó que a él también tuvo que asistirlo, cuando se despertó del desmayo que había sufrido.
De todo esto hace mucho tiempo, el viejo maquinista pasó a mejor vida a sus cien años dentro de su vieja locomotora que gracias a un joven ayudante consiguió llegar a su destino.
El pueblo, mi pueblo ahora tiene calles y veredas y poco a poco fueron entrando los automóviles gracias al Alcalde que, en honor al Don Farías, bautizó a la vieja locomotora con su nombre y ahora si, debido a los caminos y carreteras que se construyeron, la vieja locomotora descansa en el flamante museo para que todo el que llegue a mi pueblo la vea.
Les cuento todo esto, quizá porque yo también me estoy haciendo viejo y bueno… los recuerdos… ustedes me entienden…
Omenia
9/2/2023

Texto agregado el 09-02-2023, y leído por 133 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
12-02-2023 Siempre la magia que impregna tus relatos, querida Ome tu sello es inconfundible. 5* jdp
11-02-2023 Un paseo por el pueblo y su historia en esa locomotora que revive el recuerdo de muchos. Disfruté tu historia. Vent
10-02-2023 Es agradable leerte Ome, tu prosa transcurre sin tropiezos, la lectura se hace ágil, y las imágenes pasan y se ordenan. Esas locomotoras que ahora son trenes de alta velocidad y los pueblos escondidos se han vuelto visibles con las carrreteras. Gracias por colgarlo. Abrazo con rosas. sendero
10-02-2023 —Algo especial deben tener los trenes que dejan impresas en nuestra memoria letras en poemas y relatos de tiempo y vida, como el que hoy nos entregas. En mi caso son los trenes y el viento los que reviven mi memoria. —Gracias a ti por ello, y va mi abrazo. vicenterreramarquez
10-02-2023 El de mi pueblo fue anulado muy temprano en el tiempo, perdiéndose de fusionarlo con los avances que señalas en tu caso. Pero lo peor es que no puedo escribir una historia como la tuya. Te felicito. peco
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