Lo encontré un par de días después de Reyes, se hallaba parado en la calle junto a la banqueta cuando pasé junto a él. Me detuve algunos segundos para observarlo. Se veía desaliñado, triste, decaído. ¿Estás bien?, le pregunté. No atinó a contestarme, se quedó mudo, sin decir absolutamente nada ni moverse. Te han abandonado, ¿no? Ha pasado la emoción de tenerte y mimarte y ahora ya no te necesitan más. Así es siempre, cuando algo ya no sirve o no es útil, la gente lo desecha sin miramientos, sin ningún remordimiento, como basura.
Me sentí triste por él, por su destino, por su soledad, por su ajada belleza. Reemprendí el camino dejando atrás a aquel arbolito de Navidad, que al pie, llevaba su cruz de madera.
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