El pasado 24 de diciembre mi hija mayor cumplió años, y recordé que pocos días después de su nacimiento, se me ocurrió la idea de hacer algunos poemas en su honor. Decidí que serían veinticuatro, representando el número del día en que nació. Puse manos a la obra y el primer poema quedó terminado. Y hasta ahí, no fui capaz de escribir alguno más. Me propuse por algún tiempo continuar escribiéndolos, pero nunca llegó ese día; así que el poema escrito quedó como único poema, solitario, brillando para mí, como un pequeño rayo de sol que entibiaba mi corazón. De todo esto han pasado poco más de cuarenta años. Ha sido ahora cuando el recuerdo de aquel poemita me ha asaltado, por eso quiero compartirlo de nuevo.
He aquí el poema:
¡Hoy nació el bondadoso niño Dios!
y escondido entre sus manos preciosas
y castas, suaves pétalos de rosas,
me ha traído el mejor de los regalos.
Con humilde fervor, despierto, en sueños,
le rogué que escuchara mis súplicas
y que no desatendiera mis lágrimas.
Los meses han pasado presurosos...
De bronce, miel y leche es el estuche,
de barro tibio y claro lo que guarda,
de luz, mi alegría de esta noche.
En mi mano está la llave espada,
abro el estuche de bronce y leche...
dentro, una niña me ríe y aguarda.
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