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“Y volver a vivir y jugarse la vida y volver a morir por las causas perdidas”


Hace algunos días caminando por una de las calles más concurridas por los estudiantes de Santa Lejana, escuché en medio de los cafés, la cerveza y el humo de los cigarros, las voces de unos jóvenes entonando la canción de una argentina muy famosa durante mi época de universidad. En ella, la mujer se plantea cómo sería “volver a los 17 después de vivir un siglo”, fue inevitable no repasar la letra mientras caminaba, creo que nunca le había prestado tanta atención, quizás porque en el momento en que el tema estuvo en su apogeo yo tenía 17 y esa añoranza resultaba irrelevante. Sin embargo, ahora que vuelvo a escucharle es indispensable preguntarme si estaría dispuesta a volver a algún momento de mi historia.
Pareciera que la respuesta de la mayoría de las personas es sí, ¿quién no desearía retornar a esa juventud lejana? sería de alguna forma abrir la posibilidad de regresar a esos años y vivirlos de otra manera. El supuesto experimento mental nos llena de razones para desearlo, volver a ver amigos que ya han muerto, prevenir errores ridículos, darle un beso a ese gran amor adolescente que se perdió en el tiempo, estar de nuevo sentado en el cementerio de Santa Lejana mirando el atardecer con una botella de vino barato en la mano y la voz de alguno de tus compañeros leyendo “los 13 panidas”.
¿Cuáles son las razones para desear ese tipo de fantasías? ¿Cuáles son las causas reales que se esconden en revivir los muertos, los amores, los lugares que han desaparecido y en los que dejaste tirajos de recuerdos? En otras palabras ¿qué es lo que extrañamos de esa juventud lejana?
Sin duda no es el vino barato, tampoco los épicos amores cuya grandeza seguramente estriba en la tragedia de la perdida. Debe existir algo más que nos lleve a desear ese pasado juvenil, incluso infantil en muchos casos.
Los 17 representan en la vida humana un instante en el que la fuerza se mezcla con la melancolía, es el momento donde el ímpetu es tu mejor amigo, no temes a la noche, puedes perfectamente amanecer en un parque después de una gran fiesta y eso cuenta como una de las mejores anécdotas de tu vida, no temes lazarte al vacío, ni arriesgarte a besar un desconocido.
Tanta es la temeridad de esos años que nuestro reflejo actual en el espejo, luce lánguido, con una lanza en la mano y molinos de viento de fondo. Los 17 son la imagen perfecta de quien encara causas y desconoce que están perdidas. Tal vez, esto se debe a que en esa edad nos sentimos con una capacidad sobre humana para reescribir la historia, para reñir contra la realidad que nos tocó vivir.
Las causas perdidas son aquellos ideales en los que casi nadie cree o por los que casi nadie lucha, ya que es muy poco probable que se logren. Existen en la historia millones de ejemplos de este tipo de reyertas y de hidalgos que las han abanderado, Martin Luther King o Mahadma Gandhi por citar algunos, seres humanos cuyos actos lograron transformaciones impensables en la historia de los hombres y que terminaron como víctimas de esas causas perdidas, pues fueron asesinados gracias a eso que se esmeraron en proteger. Sin duda, ellos pelearon por razones autojustificadas como la justicia, la libertad, el amor y la igualdad, pero razones finalmente perdidas.
Ahora bien, no todas las causas perdidas tienen este tinte aparentemente altruista, al final de la historia sólo se trata de nuestro espíritu obsesivo que se empeña por salvar aquello que no tiene salvación, un complejo de súper héroe que cuando deja la capa en la lavadora, no es más que un pobre hombre que se está golpeando la cabeza contra el muro una y mil veces y trata de calmar su ansiedad con las ideas de defender lo imposible. Hay que tener rasgos obsesivos para pensar y actuar de esa manera. Pero ¿es la juventud condición para embarcarnos en este tipo de querellas?
No quiero decir que las causas perdidas sean excluyentes y prefieran anidar en la juventud antes que en la vejez, seguramente existen millones de ancianos aferrados alguna de ellas. Sin embargo, la senectud y su letargo hacen que evaluemos de manera más realista los acontecimientos y como es propio de la edad nos resignemos, resignación que se disfraza de prudencia, respeto y compresión por las razones del otro.
Piensen lectores por un momento ¿hace cuánto no comenten una locura por amor o por desamor? ¿Hace cuánto no dicen con absoluta convicción lo que piensan? ¿Hace cuánto no sienten que deben luchar sin tregua por algo que no sean ustedes mismos?
Lo pregunto porque eso es algo que explicaría esa cierta añoranza por la juventud, volver a los 17 sí, pero no volver con el cerebro del que ya vivó, la gracia de volver a los 17 sería volver hacer las cosas sin cavilarlas, perderse en los ojos de alguien, creer que el amor existe más allá del orden y la sana compañía, pensar que se puede cambiar el mundo y tal vez hacerlo.
Después de todo, lo que las causas perdidas nos recuerdan es que hay cosas que vale la pena defender, aunque sea casi imposible hacerlo y te conviertas en esa persona que gusta de encontrar lo bueno en lo en lo que ya está finiquitado.

Texto agregado el 24-01-2023, y leído por 117 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
09-02-2023 Lamento decirte que no quisiera volver a vivir mi juventud sabiendo que ya no tendría lo que más quiero en el mundo, mis hijos, mis nietos y el recuerdo de mi esposo. ¿De qué me serviría volver a tener mi juventud si sé que voy a volver a perderla? Me gustó leerte, saludos. ome
09-02-2023 Lamento decirte que no quisiera volver a vivir mi juventud sabiendo que ya no tendría lo que más quiero en el mundo, mis hijos, mis nietos y el recuerdo de mi esposo. ¿De qué me serviría volver a tener mi juventud si sé que voy a volver a perderla? Me gustó leerte, saludos. ome
09-02-2023 Lamento decirte que no quisiera volver a vivir mi juventud sabiendo que ya no tendría lo que más quiero en el mundo, mis hijos, mis nietos y el recuerdo de mi esposo. ¿De qué me serviría volver a tener mi juventud si sé que voy a volver a perderla? Me gustó leerte, saludos. ome
25-01-2023 Siempre hay algo bueno. Marcelo_Arrizabalaga
25-01-2023 Entiendo tu punto de vista y sentimiento al deseo de ese regreso, escribes con mucha pasión. Solo un alcance, la autora de esa maravillosa canción es chilena y es Violeta Parra. Pero fue interpretada por diversos cantantes internacionales, lo más probable es que la recuerdes en voz de Mercedes Sosa. jdp
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