Existen muchos tiempos: el que habrá de llegar,
el tiempo que se fue, el que siempre desea volver
el tiempo de los relojes parados en la memoria,
el tiempo de los relojes acelerados en el deseo
y el tiempo que como en tierra de nadie vive feliz.
Y yo me quedo en ese entretiempo sin nombre,
entre la nostalgia del tiempo que ahora idealizo;
ese que un día fue mejor y ahora me hace dudar,
ese que está ocurriendo ahora, en este momento,
ese que prudente tengo recelo de menospreciar.
No quiero más dudosos relojes en la oscuridad,
en la inmortalidad de un tiempo que es solo mio,
en una calculada triplice en la todo se me auna,
en ese mundo que fue y por no dejar de ser será,
en ese más allá, en esa mi deixis desorientada.
No sé si es ahora, fue antes o ha de ser después,
solo sé que nada le debo a ese cronos imparable,
ni a ese destino cruel que no ya me asusta más,
entre lo que viví, vivo y viviré, viven mis deseos,
en es tiempo inexplicable que no tiene nombre.
Sé bien que el tiempo es corrosivo y sarcástico,
en la elasticidad de su vil memoria premonitoria,
del dictado tan previsible de su oráculo alentador
que nos aconseja siempre a mirar hacia adelante,
dejar atrás lo que fue mentira fuera pasado o no.
Pero sé bien que entre el realismo y el idealismo,
que entre lo que es, lo que pudo ser y la realidad
allí se mantienen firmes mis constantes vitales,
la fuerza de quien no conoce el tiempo arreglado, en esa desordenada evolución yo lo voy llevando.
JIJCL, 22 de diciembre de 2023
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