Si, hoy es el día de la columna de Barrasus, y os aseguro que puse todo mi empeño en buscar algo que le diera el colorido que él da todos los domingos. Que arrancara aunque fuera una leve sonrisa, y lo siento mucho, de verdad, pero me ha resultado imposible.

Esta semana a través de diferentes amigos, han llegado hasta mí una serie de noticias de las que te conmocionan el mundo. Y a eso no se me escapan ni la cabeza, ni las letras... Esta semana atracaron en mi orilla de ignorancia tranquila, noticias aterradoras, y todas relacionadas con niños. La primera fue la de la familia etarra que guardaba un arsenal bajo la casa y convivían con un niño pequeño. La segunda, la niña acribillada en Israel, por llevar una mochila y asustarse de los militares. La tercera, varios escolares (de entre seis y dieciséis años) que asistieron en un gimnasio a la ejecución de seis personas con un disparo en la nuca para conmemorar el Día Nacional de China.

Sí, ya sé que ninguna barbaridad es nueva. Que todo nos viene de vuelta. O casi todo. Que prácticamente nos tienen inmunizada el alma cuando nos llega algo de esto... pero me paré a pensar por qué. ¿Por qué me duele mucho más en esta ocasión?

Y saqué varias respuestas. Quizá porque sean lo único que queda de esperanza. Quizá porque hacer sufrir a la inocencia sea la mayor de las crueldades. Pero en el fondo, muy en el fondo, pienso que hay aún otro motivo más fuerte: y es que los niños, es lo único tangible que tenemos a nuestro alcance para hacer algo. La verdadera revolución silenciosa.

¿Y cómo hacerla? Está claro que inculcando cariño amor por las cosas a desde la más tierna infancia, pero esto no es nada nuevo... lo realmente revolucionario, bajo mi punto de vista, es el momento para comenzarlo. Según investigaciones científicas llevadas a cabo en distintas áreas, la educación prenatal tiene unos resultados espectaculares, y ahí es donde entra en juego una palabreja que hace no mucho me presentó un amigo: la haptonomía o ciencia de la afectividad.

Según el Dr. Delassus, investigador del tema, "Lo que está programado en el hombre, es su no-programación... Este 'vacío genético' se encontraría en el origen de las posibilidades del hombre... Estas áreas (libres) se van haciendo progresivamente 'asociativas' integrando las múltiples experiencias que graban, y que constituyen como una red de conexión, un conjunto cableado, en donde se inscribirán poco a poco las aptitudes del niño". Pero el ser que empieza a formarse en el vientre materno no graba sólo los estímulos sensoriales, sino que en su memoria celular quedan para siempre las huellas afectivas de su entorno, tal y como se ha demostrado científicamente a través de estudios estadísticos cuyos ejemplos os aconsejo que os paséis a ver en el link que os pongo a pie de página (*). Realmente impresionantes.

Y después de leer todo esto... y sabiendo que en nuestras manos podemos tener un pedazo de futuro, justo el que más amamos, y con el único que vamos a poder modificar algo.... ¿por qué no intentarlo?

Los precursores de la educación prenatal, son partidarios de hacerlo desde el mismo momento de la concepción. Haciendo que nos planteemos hasta qué punto es de importante la forma y el cariño con el que se concibe un hijo. Yo voy aún más allá, y pienso, que incluso se puede tratar con cariño a nuestro bebé cuando no es más que una idea, un sueño de esos que conviven con nosotros, y nos acarician la mejilla. Pero no me hagáis mucho caso… ya sabéis que de vez en cuando se me va la pinza…



(*)El enlace que os comenté: http://www.pangea.org/anep/conf_influye.htm