Levántate
del campo
de telas extendidas
que esconde tus pies
a la tierra abatida.


Levántate
del maloliente regazo
que acuna tu egoísmo.
Abandona
el silencio que te hace
cómplice y parte.


Levántate
de la miseria que ahoga
tu infinita capacidad
de amar.
Desangra
tu corazón, gota a gota,
para hacer florecer
al cardo rendido.


Levántate
del cómodo sepulcro
que cubre con suaves aromas
tu adelantada muerte.
Apártate
de la piara
que corre al despeñadero.


Muerde la lengua
de quien urde el engaño.
Levántate
y escupe a la cara
la falsedad.


Reprende
con toque firme
al extraviado.
Sacude
la turbada consciencia
del descarriado.


Levanta
al abatido
que carga su cruz
con los brazos abiertos.
Y aprende amar eternamente
su corazón encendido.