La noche siempre me fascinó, siempre hubo sueños, amor, calor y deseos, la noche siempre me fascinó… hasta que un día se me hizo de noche y nunca amaneció.
Los primeros días se dormía mejor, todo tranquilo, pero pasada una semana la falta de sol me daba frío, un frío interno, fría mi sangre y fría también mi carne ¿Y mi alma? Para la segunda semana ya estaba helada, no reía, solo lloraba, respiraba pero no vivía. Y el mundo seguía girando igual, nada se detuvo, los pájaros volaban, la gente trabajaba y de la tierra nunca faltó cosecha, pero a mí me faltaba el sol.
Un mes sin luz y se acercaban ya las bestias, algunas me aullaban horas y horas seguidas, otras venían, me miraban fijo, me mordían y se iban. Encendí fuego pero me tomó muchos días, prendido con mi mortalidad fue un fuego joven e inestable que se apagaba por largos ratos.
Tenía cerca el mar pero el agua o cualquier otra cosas más oscura que el cielo me daba miedo, aun asi fui valiente una ocasión, mi corazón cayendo 24 pisos pero mis piernas aunque temblaban, avanzaron y el fuego aunque bajito ahí estaba de respaldo, entonces me vi, vi mi reflejo en el agua y me di cuenta que me dormí con unas gafas de sol y lo olvidé, no me las quité, exhalé al fin y pensé: “Ya mañana me amanece”
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