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MIRANDO ATRÁS


Desde la época bíblica de Sodoma y Gomorra, mirar hacia atrás tiene connotaciones negativas y en dicho caso particular tuvo una gran y triste consecuencia. Los ángeles enviados por Dios (Génesis 19:15), sacaron al patriarca Lot y a su familia de la ciudad y les dieron la orden de seguir siempre en dirección a las montañas sin mirar para atrás. La esposa de Lot (de presumible nombre Edith) sin embargo, desobedeció la orden dada, y a espaldas de su marido mira hacia atrás y fue transformada en estatua de sal. ¿Qué la impulsó o la motivó a ignorar tal advertencia? ¿Curiosidad o profunda nostalgia por lo que abandonaba para siempre?

Los seres humanos estamos condicionados y orientados para ir hacia adelante. Todo el cuerpo está diseñado para tal fin: los ojos, la nariz, la boca, las manos y los pies se dirigen al frente en plan de siempre avanzar, de buscar el horizonte, de alcanzar el mañana y de luchar por un futuro; por lo que toda acción que se vuelque a regresar y a volver hacia atrás es vista como negativa y regresiva e incluso neurótica u obsesiva, si llega a tornarse psicológicamente destructiva (según hayan sido los episodios traumáticos de cada persona)

El apego al pasado (a lo que ya fue y no será nunca más) nos inmoviliza y nos impide avanzar. Nos hacemos prisioneros de ese tiempo, de ese sentimiento o de ese sujeto del pasado, tanto que nos negamos a dejarlo y abandonarlo definitivamente.

El pasado como referencia y como lección aprendida es positivo, mas como razón de vida carece de sentido práctico. Por más que se quiera y se desee, lo pasado nunca regresará. No volveremos a ser niños, no volveremos a ser jóvenes no volveremos a ver a nuestro primer y gran amor, etc. No recuperaremos lo ganado o lo algún día perdido, no volveremos a ser quien en otra época fuimos ni viviremos de nuevo lo ya vivido.

Los coches poseen espejos retrovisores para de soslayo o con el rabillo del ojo mirar si de atrás se acerca un carro de manera peligrosa o amenazante, pero jamás para ir hacia adelante. El camino a recorrer se extiende libre frente a nuestros ojos que sólo pueden concentrarse en la vía a recorrer, no en la ya recorrida.

El pasado como recuerdo y como nostalgia es agradable porque nos permite viajar en el tiempo sin la carga propia de cada experiencia tanto buena como mala, pero no es conveniente acudir a él a rescatar fantasmas que ya no poseen poder alguno sobre nosotros.

El pasado es como un viejo libro que por bueno que sea no lo lees más de una vez, porque después de la primera lectura ya no tiene nada más para ofrecer: el argumento siempre será el mismo y ni qué decir de los personajes que volverán a ser los mismos con sus pequeñas y ya conocidas vidas y tragedias. Hay que pasar la página y una vez acabado el libro, lanzarte a una nueva aventura. Igual sucede con las películas. ¿Quieres quedarte mirando una y otra vez la misma película, así sea la glamurosa novela de tu vida?

Somos dueños sólo del instante precioso y al mismo tiempo esquivo del AQUI y del AHORA. Todo lo demás está lejos de nuestro alcance, ya sea el pasado o el propio futuro, distante y enigmático.

Mirar hacia atrás posiblemente no nos convierta en estatuas de sal, pero si esa mirada nos ancla o nos paraliza, en un sentido sí nos congela y nos detiene en el devenir natural de la vida que es un río cuyo cauce nunca retorna...

GerCardona. Zipaquirá, enero 6 de 2023

Texto agregado el 09-01-2023, y leído por 75 visitantes. (1 voto)


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