Somos fuertes parte 12

Julieta estaba como loca buscando a Gonzalo. Se atrevió a decir que también la había abandonado tal y como lo hizo Nuria. Los vecinos lo buscaron por la colonia y dieron aviso a la policía. Ellos le dijeron que había una persona que tenía la descripción de Gonzalo en un hospital. Roberto decía que era una exageración y lo hacía para llamar la atención.
Julieta intentó entrar al hospital porque pensaba que le estaban haciendo daño a su bebé de cuarenta años. La psiquiatra entendió de inmediato lo que estaba pasando con la actitud de Julieta.
La psiquiatra intentó hablar con Julieta, pero no pudo entablar comunicación con ella.
-Señora, Gonzalo necesita su espacio. No tiene que decir “mi bebé” Gonzalo tiene cuarenta años.
-Usted cállese, vieja metiche. Es mi hijo, no el suyo. Aquí le están haciendo daño ¿Qué le dieron?
-Aquí le salvaron la vida. Gonzalo intentó quitarse la vida – le dijo la psiquiatra.
- ¡Todo es culpa de su hermana! – Julieta dijo.
-Señora, usted sabe perfectamente que eso no es verdad.
- ¡Qué sabe usted! Mejor no hable.
La psiquiatra entendió que sería imposible hablar con Julieta. Gonzalo llamó a Andrea, su amiga. Ella lo recogió en el hospital y Julieta se metió al automóvil y no pudo hablar con su amiga. Gonzalo se encerró en su cuarto, Julieta tocó la puerta fuerte para que le abriera y le diera una explicación de lo que había pasado. Harto, se colocó sus auriculares y escuchó música a todo volumen. Ahí, tuvo la oportunidad de planearlo todo.

Nuria y Elena se hicieron buenas amigas, tanto que se contaron sus vidas, aunque Elena no fue del todo honesta.
Elena le dijo que ella podría ayudarle y ofrecerle una terapia para que pudiera hablar de todos sus problemas, mala idea.
-Desde niña me he sentido fea. Mi papá siempre recalcó mis errores, mi obesidad, mi fealdad. Me decía que tenía una horrible joroba que tenía que caminar derechita. Era como si le avergonzara quien soy.
-La pasaste mal con tus padres – le comenta Elena.
-Sí. Mucho. La sobreprotección de mi mamá nos robaba el aire. Nunca respetó mi privacidad. Estaba bañándome y mi mamá entraba al baño. Estaba desnuda cambiándome de ropa y entraba a la recámara con el pretexto que es mi madre y tiene todo el derecho de entrar a mi cuarto cuando le dé la gana. Siempre tenía que enviarle mensajes cuando llegaba de prácticas y si no lo hacía cuando llegaba a casa me reclamaba.
-Vaya, tu mamá siempre ha intentado dominar su vida.
-Siempre ha sido así. Cuando mi papá me corrió de la casa, me hicieron un favor. Porque solamente así pude vivir mi vida. Pero el que pagó los platos rotos fue mi hermano Gonzalo. Mi mamá domina su vida. Yo sé que mi hermano es gay, que no ha salido del closet por culpa de mi mamá. Yo sé que todo esto nos ha separado más. Si antes éramos como unos desconocidos viviendo en la misma casa, ahora imagínate, que me espera.
-Lamento todo lo que te ha pasado.
-Yo no tengo ningún recuerdo alegre en el que digas que mi papá jugaba con nosotros. Nunca, siempre nos regañaba, nos decía groserías. No iba a las juntas de padre de familia, no hacía la tarea con nosotros, pero qué tal, un día de reyes, se puso a revisar mis cuadernos, el señor quería diez en mis notas. Una amiguita me llamó para preguntarme de mis juguetes, yo no podía ni hablar. Lloraba porque me había insultado por ser una mala estudiante. Y mi mamá, callada.
Elena escuchaba atentamente a nueva amiga.
-Un día en el tráfico, Gonzalo hizo un berrinche y me culparon. Y en medio del tráfico, mi papá se bajó del automóvil, abrió la puerta de atrás, me sacó del auto y me insultó en pleno tráfico “que no puedes estar quieta” “chingada madre” “siempre das problemas”.
Nuria se limpió las lágrimas.
-Un día en la escuela me regañó delante de mis compañeros al término del ciclo. Había sacado ocho de promedio. Y mi mamá. No salía de la escuela para nada. Era la presidenta de la mesa directiva de padres de familia. Nos tenía vigilados. Cuando yo entré a la preparatoria fue a la escuela a solicitar el puesto de presidenta de los padres de familia, pero la directora dijo que eso no podría ser posible porque no tenían ese programa y que los jóvenes en ese momento comenzaban a formarse, estaban a un paso de la universidad. Cuando entré a la universidad tuve que salir a prácticas. El primer día cuando salí, mi mamá lloraba en la puerta de la casa. Le tuve que mandar un mensaje que ya había llegado. Hace poco tuve un problema con una "amiga". Verónica Fuentes y yo fuimos muy buenas amigas en la universidad. Siempre nos apoyamos en la escuela. Pero mi mamá le dijo a ella que yo la maltrataba y que la abandoné.
- ¿Qué?
-Sí. Eso le dijo. Dice una compañera de la universidad que Verónica estaba molesta conmigo, raro porque ella me conoce. Sabe perfectamente que no soy capaz de eso.
- ¿Y tu amiga nunca te llamó?
-Nunca.
-Pues no era tu amiga. ¡Qué clase de juicio tiene Verónica! – exclama molesta, Elena – perdón, pero tu amiga ¡debió llamarte o buscarte para preguntar si todo estaba bien! Darte el beneficio de la duda. ¡Qué clase amiga es esa!
-Lo sé. Realmente no quiero saber nada de Verónica. Mi mamá el año pasado en navidad se presentó en mi casa. Sin que yo la invitara. Fueron mi mamá, papá y Gonzalo. Mi mamá me reclamó cosas. Todas mentiras. Me sentí horrible. Me echaron a perder la navidad.
-Me imagino.
-Pero, cuéntame de tu vida.
-Realmente no hay mucho que contar. Mi mamá siempre me dijo que era bella. Ya sabes.
Elena se refería al enorme lunar que tenía en la mejilla derecha.
-Mi mamá tiene el lunar en la espalda. Dicen que es genético. Esta marca me acomplejó.
-Lo sé. Mi hijo mayor tiene una marca de ácido en la cara, parte de la espalda, pectorales y en la mano.
- ¿Cómo pasó? – preguntó Elena.
En ese momento sonó el teléfono. Era Alex. Quería hablar con su madre. Ya era tarde.
-Perdón, pero se me fue rapidísima la tarde – le dijo Nuria mirando el reloj. Me tengo que ir.
Antes de irse la invitó a casa, otro error.

Continuará…