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Inicio / Cuenteros Locales / AinaRayo / La bella durmiente - parte uno?

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—¡Siempre suspirando al lado de esa ventana, en lugar de dormir! —comentó la mujer con la verruga en la nariz—. ¿Qué te ocurre ahora, bella durmiente?

—Estoy aburrida —respondió la pequeña, mirando por la ventana en puntillas de pie.

Así se le había ido la infancia, entre la ventana, el celular y la bodega donde hacía la chicha de manzana.

Había aprendido ese arte de la mano de quien la mantenía en cautiverio: la bruja era famosa por su buena chicha y tenía su propia empresa de chicha artesanal en la ciudad. La bella durmiente decidió sacarle provecho a su encierro.

Cada tres cumpleaños, la bruja aparecía, se pasaba el día con ella y le concedía un deseo. No recordaba qué había deseado las dos primeras veces, pero cuando tuvo nueve, pidió una bodega y que la bruja le enseñara a hacer chicha. La mujer, que disfrutaba mucho de moler manzanas con las manos, aceptó otorgarle dos deseos en uno.

A los trece dijo que quería tener la libertad de entrar y salir de la casa, aún cuando la bruja no estuviera allí. La espera de tres años se le hacía demasiado larga, sobre todo estos últimos tiempos en que la venta de chicha andaba lenta y la bruja no había tenido dinero para pagarle el internet.

La bruja accedió a su deseo, obviamente, con ciertas condiciones: primero, el perímetro de su libertad se extendería únicamente dentro de los límites del Bosque Tenebroso.

La pequeña se agarraba las manos y daba brincos de felicidad. Hace muchos años que desde la ventana le había puesto el ojo a un árbol grande y frondoso al final del alero, donde cada tres meses brotaban manzanas rojas que parecían ser un deleite para todos los animales del bosque.

Mantenerse dentro de esa área, aunque limitada, le parecía buena idea. Había dejado de mirar Youtube Kids y tenía un vpn que le permitía ver todo lo que internet ofrecía fuera de su ubicación geográfica. Le había quedado claro que era un mundo cruel, eso de allá afuera.

Debía prepararse, innovarse y cuando le tocara salir, lo haría con un proyecto definido que le diera independencia económica. Eso tenía mucha importancia para ella, aunque, en su particular caso, era una princesa y su portafolio económico debía contemplar, también, la riqueza que le brindara su futura familia política. Dependía de qué tipo de linaje tenía el príncipe, claro está. Con tal de que no le pasara lo que a Diana, estaba todo bien. En el peor de los casos, sabía que existía algún tipo de indemnización, si es que la realeza se negaba a proporcionarle un vida matrimonial digna de una princesa. Eso lo había aprendido a través de Disney Channel.

La segunda condición de la bruja era que, tan pronto el cuervo le diera aviso que algún príncipe se acercaba al castillo en miras de rescatarla, ella debía correr y encerrarse en su cuarto, acomodarse en la cama y taparse los oídos. No era una sonata de Chopin escuchar los gritos de las víctimas de Dragón que se materializaba en el portal del castillo cada vez que un impostor acechaba cerca.

—...lo último que queremos es que te vuelvas loca —afirmó la mujer, tocándose la verruga y pensando que si la bella comenzaba a perder los estribos, se vería obligada a mantenerla por toda la eternidad; ¿qué príncipe iba a querer casarse con una loca?

—Si el cuervo luego te picotea un pie…—continuó la bruja.

—Ya sé —interrumpió la bella durmiente, mirando hacia afuera.

La bruja le decía lo mismo cada vez que venía de visita. El borde de la ventana le llegaba a la cintura y al manzano le faltaba solo un mes para la próxima cosecha. La niña, ahora toda una joven, se dio vuelta dando giros, sosteniendo su nuevo vestido por las orillas.

—Si el cuervo me pica la punta de los pies, es que el príncipe venció al Dragón y debo hacerme la dormida…

La bruja carraspeó.

—...Y debo hacerme la dormida —continuó la bella durmiente con una sonrisa—, no sin antes ponerme una gota de menta debajo de la lengua.

La joven siguió girando hasta llegar al lado de la bruja, la abrazó fuertemente y le dio las gracias por su nuevo vestido. Ella había deseado un overol que le diera mejor movilidad cuando trepaba el manzano gigante, pero la memoria de la bruja no era la misma de antes. A la bella durmiente no le importaba el error, había aprendido a coser y podría confeccionar el traje que necesitaba con la tela del vestido.

—Ya. Me tengo que marchar. Nos vemos en tres años, querida. Sobre el velador te dejé uno de mis últimos injertos de manzana jovial. Si te da insomnio, le das un mordisco y listo.

«Si no puedo dormir, le doy un trago a mi último experimento y despierto en tres años», pensó la bella durmiente, riendo y analizando el potencial que su producto tendría en el mercado, una vez llegara el famoso príncipe que la liberara de su embrujo.

Texto agregado el 07-01-2023, y leído por 117 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
11-01-2023 :) muy bueno me hicieron sonreír algunos párrafos al imaginar a esa bella durmiente desesperada por la bruja que no pagaba el internet ... arcano20
09-01-2023 Entretenido tu relato, puedo leer que convergen dos historias como La Bella Durmiente y Rapunzel para finalmente recrearla con la actualidad en un escenario medieval. Para mi gusto sería una bella obra de teatro donde los protagonistas con sus atuendos de esa época cargan celular. Me gustó, buen ingenio. Un abrazo grande. Azariel
 
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