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Lucho fue despedido de su trabajo, respaldada su salida por un artículo demasiado artificioso. Pero como de artificios y vericuetos se conforman las leyes que perjudican a los trabajadores, se vio con unos pocos pesos de desahucio en el bolsillo y una enorme interrogante a partir del día siguiente.
Cuatro hijos y su esposa aguardaban en la casa y su llegada fue despaciosa, cargando una enorme inquietud sobre sus hombros, acrecentada por el peso de la infausta noticia que debería entregarle a su mujer. Ella intuyó de inmediato lo que su esposo guardaba en su entrecejo, pero disimuló y se dirigió a la cocina para calentar la sopa. Con ello, ganaba unos minutos, postergando así el golpe de mandoble que preveía.
Al final de cuentas, su existencia había sido azarosa, aun con Lucho empleado en esa fábrica. El sueldo nunca fue suficiente para cubrir tantas necesidades y el recurso fue pedir fiado en el negocio atendido por doña Laura. Las confianzas de antaño se emparentaban en mucho con la esperanza, porque era la palabra empeñada del deudor que agradecía la confianza puesta en su honradez, esmerándose en cumplir con los pagos.
Pues bien, a la mañana siguiente, el hombre se dirigió al barrio alto. Supo que necesitaban acomodador en un cine de buen pelaje. A sus treinta y cinco años, representaba un poco menos y su buena presencia fue fundamental para que le dieran el puesto.
La labor se le transformó muy pronto en rutina. Con su linterna en ristre era escoltado por entusiastas espectadores, quienes ya acomodados en sus butacas le recompensaban con tintineantes monedas.
Siempre fue amante del cine y con su esposa y ralea incluída partían todos los fines de semana a la sala más cercana. Las películas se sucedían en la pantalla para la algarabía de los niños y el entusiasmo de sus padres, que llenaban así una tarde que de otro modo se haría lánguida y culposa, como pareciera ser la existencia de todos los menos pudientes.
Pero esta vez el cine comenzó a hostigarle. Como el anfiteatro se ubicaba en un barrio más elegante, se exhibía una sola película y esta permanecía en cartelera durante quince días. Las escenas se le hicieron angustiantes, reiteradas, la magia del séptimo arte se transformó para él en un oráculo en donde se adelantaba a lo que sucedería. Le hastiaron esos famosos actores y comenzaron a disgustarle sus trucos de actuación que de repetidos se le transformaban en algo hostigoso.
En algún momento se sorprendió a sí mismo reprochando también a esos seres despreocupados que concurrían a la sala para sorprenderse con un argumento que para él era archisabido.
En el fondo, sabía en lo más íntimo de su ser que no era ni una cosa ni lo otra sino el hecho de permanecer anclado a un trabajo de tan poco vuelo, recibiendo como pago una remuneración bastante exigua.
Pero, una tarde le encomendaron la tarea de llevar el rollo de la película a un cine cercano. Para ello, debió encaramarse en una crujiente bicicleta y cubrir el tramo de varias cuadras portando el peso de esa película. Era algo transitorio porque el muchacho encargado de esa labor no había concurrido ese día.
Se internó por las arboladas avenidas, pedaleando con entusiasmo. Le alegraba que, por lo menos, esa vez no sería cómplice de ese crimen que se cometía a esa misma hora sobre el telón de la sala que recién había abandonado. Entretenido como iba, no reparó en el automóvil que se encontraba detenido a la vuelta y al tratar de evitar la colisión se precipitó contra un muro. La bicicleta quedó más maltrecha de lo que estaba y el tambor salió disparado calle abajo. Algo lo detuvo, sin embargo. Una rubia esplendorosa, de mirada celeste y labios sensuales asomó su bella faz desde el asiento del chofer. Era tan similar a esas esplendorosas actrices que ahora le hastiaban,que se sobrecogió al imaginar que había ingresado a un mundo paralelo.
-Señor… ¿se encuentra bien? Le pregunto porque confieso que me siento muy culpable de lo acontecido.
Su voz vibraba como si de la más sublime melodía se tratase. Y Lucho, siempre apegado a sus códigos, trabajador de tiempo completo y fiel como el que más, sólo se dejó llevar por la musicalidad de esa voz mientras paseaba sus ojos por aquellas facciones tan perfectamente esculpidas.
-No es nada, señorita. Ahora, debo continuar con mi faena… -expresó delatando un nerviosismo que lo desacomodaba. Trató de encaramarse en la bicicleta, pero el manubrio apuntaba hacia la izquierda. La mujer se percató de aquello y le ofreció trasladarlo a donde fuera. Recogido el rollo y acomodada la bicicleta en la parte trasera, se sentó al lado de ella por insinuación suya y cubrieron la distancia en pocos minutos.
Agradeció Lucho este gesto, pero la chica le sonrío coqueta, indicándole que lo esperaría para regresarlo a su destino. Él se negó, pero esos ojos y esa sonrisa cautivadora fueron suficientes para convencerlo.
Supo que ella se llamaba Mabel y que residía en una lujosa casona de las inmediaciones. No pudo evitar ruborizarse cuando ella lo invitó a visitarla y ese fue un involuntario amago de respuesta porque no tenía talento para esas cosas ni deseaba cultivarlas ahora. Besó su mejilla y observó como aquellos ojos aún lo contemplaban antes que el vehículo se perdiera en esa tarde arbolada.
Jamás confesó esta historia a nadie. Para él fue un simple trozo de cualquier película perdida, intrigante, perturbadora, con ese condimento sutil de la conquista en ciernes. Aun después de abandonar ese trabajo por otro de mejores expectativas, recordó para siempre esa escena, que aunque repetida una y mil veces en sus ensoñaciones, pertenecía a un íntimo y secreto film que jamás terminó de rodarse.













Texto agregado el 07-01-2023, y leído por 153 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
24-01-2023 A pesar de la mala suerte, el protagonista tuvo su momento afortunado y de película. No hay mal que dure cien años, dice el dicho. Excelente la historia y tu narrativa, siempre impecable. ***** vaya_vaya_las_palabras
09-01-2023 Alguna vez te leí, una historia sobre otra persona en bicicleta. Ahora traes este relato muy simpático y de buena lectura. Una especial crítica a los despidos injustificados y la responsabilidad del protagonista al tratar de sustentar los gastos de su familia. Como dices es una película que se repetirá en su mente cada día de su vida. Al final se relaciona lo sucedido en el cine con la joven de ojos celestes. De tanto ver cine se llega a ser protagonista. Un abrazo grande. Azariel
07-01-2023 —El Lucho, para salir de las repetidas y ya aburridoras escenas que como acomodador estaba obligado a ver, fue premiado con su propia película y como actor principal junto a una rubia parecida a la Brigitte Bardot. —Y me imagino que esta narración, tal como muchas de tus historias, tiene mucho de realidad. —Un abrazo. vicenterreramarquez
07-01-2023 Admiro tu imaginación,M e ncantó yosoyasi
 
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