Argentina, con la magia de Lionel Messi, las atajadas de Emiliano “Dibu” Martínez y los goles de Julián Alvarez, acababa de ganar la tercera estrella, la tercera Copa del Mundo, despues de una larga espera de treinta y seis años, con el Diego, desde el cielo, alentándolo a Lionel. Buenos Aires y el país entero era una fiesta interminable, con millones festejando en las calles, desplegando un clima de euforia popular nunca visto.
Los festejos, sumado a los típicos encuentros de fin de año, hizo que Fernando, un joven muchacho que trabajaba de delivery tuviera mucho trabajo, repartiendo pizzas, comida, bebidas y helados por todas partes, y aquella noche del triunfal 18 de diciembre, con las tres estrellas de las Copas ganadas por Argentina brillando en el cielo de Buenos Aires, había que aprovechar, y trabajar a full, sobre todo en tiempos tan difíciles económicamente hablando para todos.
Y Fernando llevó un pedido a un domicilio, un pedido muy particular, le habían encargado por delivery tres grandes hormas de Queso Emmenthal, tres Quesos de colosal tamaño, con múltiples y voluminosos agujeros. Fernando llevó los Quesos con guantes, porque le habían dicho que no podía tocar los Quesos con sus manos, como los que no ganan la Copa del Mundo, no los pueden tocar, porque la Copa se mira y no se toca.
Llegó al lugar señalado, y tras subir en un ascensor, se dirigió al departamento: eso le llamó la atención, siempre dejaba todo abajo, pero esta vez el señor de seguridad, un anciano muy simpático, embanderado con fotos de Messi y Maradona, le indicó que subiera al 18° “C”, y le remarcó “C de Carlos”, y no se equivocaba, porque el destinatario final del pedido se llamaba Carlos.
Fernando tocó el timbre en el 18° “C” y quien abrió era un tipo muy alto, de cuerpo atlético y espigado, pero sobre todo lo que le llamó la atención al delivery, y quedó entre impresionado e intimidado, era el tamaño colosal de los pies de aquel tipo, y el fuerte, intenso y apestante olor a Queso que despedían esos pies grandotes y carnosos.
- ¿El Señor Carlos? – balbuceo Fernando al ver a aquel tipo - ¿El Señor de los Quesos?
- Sí, soy yo, Carlos Charles Quesón, dos veces Carlos, dale entra pibe, dame esos Quesos, son míos, vale, por algo me llamo Carlos Quesón, joder, y discúlpame si me sale alguna palabra media española, si bien soy más porteño que el Obelisco, viajo mucho a España y a Europa, y se me pegan las palabrillas.
Fernando entró muy intimidado y puso los Quesos sobre la mesa, el mismo le llamó la atención como tuvo la fuerza para llevar esos Quesos, que eran muy pesados, pero lo logró…
- La magia de los Quesos te dio la fuerza, ¿Cómo te llamas pibe? – le preguntó Carlos, el patón y gigantón.
- Fernando – dijo el delivery, que rápidamente advirtió que Carlos no estaba solo, sino muy bien acompañado, dos chicas, estaban allí bailando, y el patón empezó a bailar con ellas, mientras se repartían las Copas y se bañaban en champagne.
- Dale pibe, ¿Fernando, tu nombre, me dijiste? Vení con nosotros, ellas son Raiza y Danwa, dos chicas muy divertidas, dale vení, no te vas a arrepentir.
El delivery empezó a participar de aquella fiestita, mientras cantaban “Muchachoooossssss” nueva canción que enterró al clásico “Vamos Argentina” nacido en 1978, pero Fernando estaba intimidado, no paraba de ver los pies de Carlos, las chicas le preguntaron que le pasaba y que quería, y Fernando, de aquella extrema tímidez, pasó a estar totalmente desinhibido y confeso sin problema alguno…
- Yo la verdad quiero oler esos pies, los pies tuyos, los pies de Carlos, ¿Cuánto calzas?
- Calzo 47, a veces 48, mis pies van creciendo, y mira como huelen, dale pibe, tenes que ser mi esclavo, son tuyos, probalos…
Y rápidamente el delivery se sumergió en los pies de Carlos, empezó a olerlos, chuparlos, lamerlos y besarlos, al principio casi se ahoga o se desmaya en aquel olor, en aquella fragancia, pero tras aguantar estoicamente empezó a sentir placer, y se sintió extasiado, repleto de goce y satisfacción, como si volara en un vuelo de LSD, en una experiencia mística y astral irrenarrable.
- Danos algo a nosotras, Carlos, pero eso vinimos.
- Bueno, vos yo tuviste tu parte, Fer, ahora las chicas, vengan Raiza y Danwa, al fin y al cabo para eso vinieron.
Las dos chicas se sumergieron rápidamente en los pies de Carlos, oliéndolos, besándolos, lamiéndolos y chupándolos, pero ahora Carlos fue más alla que con el muchacho, no tardó en penetrarlas, por adelante y por atrás, con su órgano viril y sus pies, sí, con sus pies, para Fernando todo aquello era un deleite, un espectáculo fantástico, y disfrutó ver todo aquello, haciéndose varias pajas sin parar, era algo magnifico, era como la cogida que Argentina le había dado a Francia, era como meterle el Obelisco en la Torre Eiffell, porque ellos pusieron el Arco y nosotros el Triunfo.
Y mientras pasaba todo eso, Carlos agarró los Quesos, los tres Quesos, tomó un enorme cuchillo y empezó a partirlos, y a comerlos, agarró uno y lo tiró sobre Raiza, agarró otro y lo tiró sobre Danwa, las dos chicas ya estaban extenuadas y hechas unas piltrafas despues del sexo, y casi no reaccionaron al recibir los Quesazos, pero Carlos seguía furioso como un toro en celo, y también Fernando recibió su Quesazo, Carlos con sus guantes negros, seguía sosteniendo un enorme cuchillo…
Y así, cuchillo en mano, se acercó a las dos chicas, que creían que era todo un juego, pero Carlos agarró el cuchillo y se lo clavo a Raiza en el estomago, la herida fue total, le atravesó el cuerpo entero, y al sacarlo, le asestó una segunda herida, aún más profunda, y lo sacó, y mientras Raiza se desplomaba como consecuencia de haber sido apuñalada, Carlos, cuchillo en mano, agarró del cuello a Danwa, y la levantó del piso, la podría haber estrangulado si hubiera querido, de hecho, casi la deja sin aire, pero no, Carlos agarró el cuchillo y con un movimiento maestro, raaaaaaajjjjj, le cortó el cuello con el cuchillo, una herida magistral de izquierda a derecha, y otra, de derecha a izquierda, la podría haber decapitado, pero a Carlos le gustaban los cuellos sangrientos, y la dejó ahí, ya era suficiente, aún con el cuchillo ensangrentado con la sangre de Danwa, volvió a donde estaba Raiza, y la siguió apuñalando, hasta completar una docena de cuchillazos.
Fernando veía todo aquello boquiabierto, pero no estaba asustado, sino todo lo contrario, le excitaba y continuaba con sus pajas interminables, rodeado de goce, satisfacción y placer.
Carlos agarró los Quesos y los tiró sobre los cadáveres de las dos chicas, a las que acababa de asesinar…
- Queso – dijo Carlos mientras tiraba el Queso sobre el cadáver de Raiza.
- Queso – dijo Carlos mientras tiraba el Queso sobre el cadáver de Danwa.
Cuchillo en mano, y con la sangre de las dos mujeres asesinadas en el, Carlos se acercó a Fernando… que ahora pasó del goce y del placer al pánico absoluto.
- ¡Piedad, piedad, no me asesines! ¡Soy un humilde trabajador! – dijo Fernando de rodillas y suplicando ante el asesino.
- No te preocupes pibe, no asesinó hombres, soy un Quesón, un asesino de mujeres, tiraquesos, eso sí, dale, aca tenes mi órgano viril, chúpalo, se que te va a buscar, un ratito más, y seguís con tu trabajo, de los cadáveres de estas dos quesoneadas me encargó yo.
Fernando no lo podía creer y chupo el pene de Carlos, fue algo magistral, como magistral fueron las patadas que le dio Carlos, y como siguió chupando, besando, lamiendo y oliendo los pies del asesino, en forma interminable, mientras los dos, el amo y el esclavo cantaban
“En Argentina nací, tierra de Diego y Lionel,
de los pibes de Malvinas que jamás olvidaré,
no te lo puedo explicar, porque no vas a entender
las finales que perdimos cuántos años las lloré,
pero eso se terminó, porque en el Maracaná,
la final con los brazucas, la volvió a ganar papá
Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar,
quiero ganar la tercera, quiero ser campeón mundial
Y al Diego, en el cielo lo podemos ver,
con Don Diego y con La Tota,
alentándolo a Lionel”
Y así siguieron los festejos, la euforia popular continuo, mientras Carlos siguió haciendo lo que más le gusta, o sea, quesonear, y Fernando, siguió con sus deliverys, pero ahora era diferente, como Messi en Qatar, había conocido la gloria eterna, y eso no tenía precio, era más que cualquier Champions o Balón de Oro.
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