Somos fuertes parte 10
Julieta y Roberto discutían en el carro hasta que Gonzalo se hartó y se bajó en la esquina. Caminó hasta la avenida.
Medina entró a la casa y se sentó en el sillón. No quería perderse ni un centímetro de esa bella mujer. Los tres jóvenes recibieron un mensaje de Francis, querían ir a un antro para pasar un rato juntos los cuatro. Israel aceptó. Al bajar preguntó por su madre, Emilio le dijo que estaba bien que no se preocupara por nada. La pareja esperó a sus amigos en la esquina, ahí fue cuando Gonzalo los vio. De inmediato lo reconoció, recordó que ese joven alto, moreno con una marca en la cara y la mano es el hijo adoptivo de su hermana. Fue un tremendo golpe cuando lo vio tomado de la mano de un hombre, Flavio. Ver como se besaban sin ningún problema. Los dos jóvenes esperaron unos minutos y un carro pasó por ellos.
En casa, Nuria había vomitado la cena. Estaba en un llanto terrible, que no podía parar.
Medina fue al automóvil por su maletín. Le tomó la presión y le dio una pastilla para que estuviera más tranquila. Emilio acompañó a su esposa a la cama para recostarla al igual que a Camila. El médico no se quería ir. Quería ver a Clara.
La mujer levantó los platos y Medina le ayudó.
-De verdad, no es necesario. Yo levanto los platos.
-Para nada. Yo le ayudo – Medina levantó los platos los puso en el fregadero y los lavó.
-Qué pena. Usted es un invitado – Clara le dijo en la cocina.
-Cuando uno está solo tiene que ser autosuficiente – Medina soltó.
El médico lavó todos los trastes y los dejó secando. Ayudó a dejar limpia la cocina y la mesa. Entrada la madrugada salió de la casa sin antes despedirse de esa bella mujer.
-Fue un placer haberla conocido. Me tengo que ir. Me despide de Nuria y Emilio.
-Muchas gracias por todo.
-No hay nada que agradecer – Medina estaba nervioso.
A la mañana siguiente, Alex despertó a su hermano para contarle lo que había pasado. Israel tenía una tremenda cruda, la noche había estado enfiestada.
El que no la pasaba nada bien era Gonzalo. Se sentía miserable con todo lo estaba viviendo. Ese mismo día regresó a la casa de su hermana. No se atrevió a tocar la puerta. Enfrente se quedó y vio que Flavio regresó a la casa y esperaba a su novio en el carro. Nuria salió de la casa y saludó a Flavio con un abrazo. Los tres se notaban muy felices. Eso purgó de coraje a Gonzalo.
El año había terminado y una propuesta de trabajo estaba en pie para Gonzalo. El hombre se presenta a la entrevista, pero no fue como él esperaba.
-Mañana tengo una entrevista de trabajo – dijo Gonzalo en la mesa.
-Pero el trabajo que tienes está bien – Julieta lo desanima.
-Pero me ofrecen un buen sueldo. Está un poco más lejos, pero la paga es mejor.
-Nada más recuerda que debes tomar el metro, está más lejos, debes levantarte más temprano, son más horas de trabajo – lo chantajea.
-Pero es que.
-Mira, yo te acompaño para que no vayas solo.
- ¡Pero no puedes entrar! – se queja Gonzalo.
-Te espero afuera.
Julieta lo esperó afuera del corporativo. En la entrevista le dijeron todos los beneficios que tendría, el buen sueldo y todo el crecimiento que Gonzalo tanto había esperado. Pero las palabras de su madre resonaban en su cabeza. Gonzalo puso mil pretextos y el trabajo no se dio. Julieta se había salido con la suya.
Harto de lo que le pasaba, la sobreprotección, el chantaje de su madre y la familia que había formado su hermana y él no, lo obligaron a tomar una decisión. Regresó al departamento en el que vivieron alguna vez. No lo pudo abrir. Subió al departamento que era de la abuela Crisanta. Todo seguía en su lugar. El casero no hizo ningún cambio. Lloraba de verse como un fracasado, manipulado por su madre, el desprecio de su padre, la bella familia que tiene su hermana, el hijo mayor de Nuria es feliz con su novio mientras que él se tiene que esconder. Su sobrepeso, la miserable familia que tenía. Todo se juntó.
Buscó las pastillas para dormir de su abuela y se tomó los tres botes de pastillas, así acabando con su vida.
Continuará…
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