¡"Despierta, despierta, José! ¿Qué ocurre María? ¿Le sucede algo al bebé?", preguntó José sobresaltado mientras despertaba.

"El niño está bien, pero acabo de tener una pesadilla terrible", respondió María con un tono de angustia en su voz.

"Cuéntame cómo fue ese mal sueño y, por favor, trata de calmarte un poco. Estás inquietando a los animales del pesebre", le dijo José con preocupación.

"Tuve un sueño espantoso, José. Veía gente con ropa extraña que iba en carros relucientes, sin asnos ni caballos por ciudades de piedra iluminadas con miles de pequeños soles. Compraban como si no hubiera un mañana, cantidad de regalos envueltos en brillantes colores para luego colocarlos debajo de un árbol muerto y adornado con coloridas estrellas del cielo que brillaban encendiendo y apagando", comenzó María a describir su sueño...

"Esa gente se reunía entre muchísimos manjares, mirando y apretando sin cesar unas finas cajitas luminosas en las que se veían otras personas pequeñas, pero apenas se hablaban entre ellos en la mesa. Todo era muy extraño, José. Incluso había un señor gordo de barba blanca vestido de rojo que repartía los regalos y gritaba 'Jo, jo, Jooo...' ¡Pero sabes qué fue lo peor, querido José?", preguntó María con tristeza.

"¿Qué puede ser aún peor?", preguntó José con curiosidad.

"Que no había ningún regalo para nuestro hijo. Me pareció incluso que ni siquiera le conocían, porque jamás en toda la noche lo nombraron. Si hubiera estado allí, en esa fiesta, seguramente se habría sentido un desubicado, un extraño", explicó María con amargura.

"¡Qué tristeza para Jesús, ser ignorado por completo en su cumpleaños!", exclamó José conmovido...

"Menos mal que despertaste, María. Si hubiera sido realidad, hubiese sido algo terrible", dijo José con alivio...