-Si pudiera soslayar este tormento… Si tan solo tuviera o tuviese la energía suficiente para brincar al siguiente instante de la Vida, cual Teletubi lleno de alegría…
Pero no. El cenit y el nadir parecieran marcar el punto exacto en donde yacerá mi cuerpo inerte, luego de dar los últimos suspiros, imbuido en mi tragedia greco-romana-turco-congolesa, por no poder acercarme tan solo a lo que mi ser aspira. Tan solo un poco, tan solo unos momentos.
¿Será éste el destino trágico de mi existencia? ¿Acaso un deseo naciente no debería poder ser satisfecho, aunque más no sea como una dádiva otorgada desde un lugar superior, displicente, que de pena no más se apiada de nosotros?
Sumergido en este lugar oscuro, en donde la nada me sofoca, en donde no sé ni lo que escucho, ni lo que veo, ni lo que pienso, insisto en subsistir.
Algo desconocido en mí aún me sostiene, y me lleva de la mano segundo tras segundo.
Una fuerza débil y desconocida aún me empuja hacia una posibilidad remota.
Aunque poco quede de mí…
Ella que lo escuchaba en su discurso desesperado sin mirarlo y simulando no prestarle atención, por fin bajó un poco la guardia y le alcanzó despacio el pote de dulce de leche:
-Dos cucharaditas, no más.
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Marcelo Arrizabalaga.
Buenos Aires, 22/12/2022
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