Te observaban desde lejos.
Te vieron entrar
en mis pensamientos.
Te han visto pasear
por las cavernas
de mis realidades.
Te han visto pintar momentos
sobre las grises paredes
de estas rústicas rocas
con brochas multicolores.


Sin embargo,
hay algo que se resiste
a abandonar
las paredes de piedra.
Sin embargo,
hay algo que no quiere
dejar de oír
el eco del goteo
de la vida apagándose.
Disfruta contar su tiempo
con el tictac de la mía.


Tallada está mi impronta
en las mazmorras
impenetrables de la tristeza.
Agradablemente rendida.
Somnolienta en la dulce
embriaguez del dolor.
Jadeante, agónica y herida.


Cada vez, bajo menos
hasta los primitivos pilares
que sostienen
mi turbada existencia.
Cada vez, bajo menos
hasta los calabozos
sumergidos.
Solo bajo a veces
para llorarte y atesorar
en gotas cristalinas
nuestras lágrimas
compartidas.


He escuchado el eco
de las voces a lo lejos.
Sé que están
maquinando una revuelta.
Han estado reuniendo
emociones perdidas.
Han estado
aunando fuerzas.


Las han estado alimentando
con dolor ajeno,
sin reparar en la fragilidad
de un alma débilmente
ligada a la vida.
Desean cosechar tristezas,
que serán saladas
con algo de lágrimas,
para desbordar el tiempo
con sentidos llantos.


Desean eternizar el juego
de las lágrimas.
Inagotable alimento
del sin sentido.
Desean refundar el reino
de las rosas negras
y las melancolías.
El reino donde
las pulsaciones de la vida
fluyen en agonía.


Hoy se pasean
por mi cabeza
reclamando para sí
mis faltas de afectos.
Sacando a danzar
tus ausencias.
Solo están esperando
que cambie la mueca
de la sonrisa verdadera,
y se terminen de escuchar
los ecos de las risas.