Lo cierto es que un plato roto es lo mismo que dos corazones rotos. Con la diferencia que del plato conocemos de antemano y a muy temprana edad qué lo rompe pero a los corazones es lento lento e imperceptible en algunos casos y de repetición ancestral sin escapatoria aunque se vaya tomando conciencia y se hagan acciones concretas de reparo y se acompañe de palabras de aliento recuperadoras de autoestima y del valor del ser y poder, el daño ya está hecho y las consecuencias son la siguiente prisión del alma. Lo material da lo mismo se convierte en un pozo hasta que se seque. Deberíamos saberlo y cultivarlo en la ruca en el clan en la copa del nidal en el camino hacia la montaña o bajando al mar en el vuelo rasante del pequeño pelícano o del cernícalo o del jazmín que cada día va secando su aroma de tierna mirada infantil aunque se riegue y se esfuerce el rocío amoroso solo se ha visto florecido el espino del jardín. No hay que tener jardín si no se sabe de plantas.
jdp